miércoles, 17 de junio de 2009

Carta a Asahina Kenshirou

Hola Papá,

Sé que estuviste muy preocupado por mí y por eso te escribo esta carta. Ya hace algunos días que liberamos esta tierra de la sombra de Daigotsu. No sé cómo te habrán llegado las noticias, quizás hayas creído que estaba muerta, y en un primer momento creí que quizás era lo mejor, pero ya no lo creo. Quiero que sepas que estoy viviendo aquí, en las mismas tierras que hace poco pisaron los onis de Daigotsu, estoy ayudando a terminar de purificar toda esta región, gracias a Shirahime, que me entregó un pergamino que me permite hacer crecer la hierba allí donde solo había desierto y muerte.
Creo que tienes derecho a saber qué pasó y a saber que estoy con vida y tengo una razón para no volver. A pesar de esta guerra de la que nos tocó formar parte, a pesar de saber que podía morir, pude encontrarme con alguien que hizo que me olvidara de todo eso; pero no quiero adelantarme, sé que te gusta mucho leer y disfrutarás de lo que voy a contarte. Quizás ya sepas muchas de las noticias así que voy a remitirme a los últimos momentos de nuestra misión, los más importantes y de los que agradezco haber formado parte.
En el ataque a la posada de Minao conocimos a tres personas, los tres nos ayudaron en esta empresa y gracias a ellos ahora tengo un lugar en donde vivir sin preocuparme por lo que digan los demás.
En Minao, nos pasábamos los días reunidos debatiendo cómo seguir nuestra misión, el comandante Iashiro estaba preocupado, no quería dejar al ejército, pero también sabía que tenía que tomar una decisión, había que seguir camino hacia nuestro objetivo final, y había alguien que podía ayudarnos. Acompañamos a los dos dragones a buscar a Mugen, el hijo de Ryuichi, que controlaba la red de información en la ciudad. Tuvimos una refriega en la posada y salí herida, pero logramos capturarlo. Ryuichi ya no era el mismo después de encontrarse con él.
Los “lanzas amarillas” Zhuo estaban acercándose a la ciudad, cuarenta o cincuenta mil era el número que anunciaban los exploradores. La misión fue clara cuando recibimos el mensaje del emperador, había que proteger Minao. Nuestro comandante Iashiro ya había decidido que un pequeño grupo marcharía hacia la tierra de los señores de la muerte. Fueron horas de debate entre la estrategia de defensa de la ciudad y de cómo íbamos a hacer para salir de allí lo más sigilosamente posible. Así fue como un mago contactó conmigo y trajo a Siao frente a nosotros. Ella nos ofreció su ayuda, era la mujer de Mugen y si le devolvíamos a su marido ellos nos acompañarían a territorio enemigo y nos señalarían el camino, los Huang Ma Pen, también querían librarse de ellos.
Con nosotros vinieron Mugen, Siao y su amigo Jin. En el camino Siao iba tocando el shamisen, fue tarde cuando nos dimos cuenta que así les daba todas las instrucciones a los soldados Zhuo, ellos estaban decididos a tomar Minao para de allí comenzar su cruzada contra los Tigres del Norte y del Sur.
Cuando llegamos al puente había unos veinte soldados Huang Ma Pen que esperaban a su señora. Uno de ellos sostenía a un bebé y se lo entregó en brazos a Siao. Ella se paró frente a Ryuichi y le dijo:
-Este es vuestro nieto, deja vivir a mi esposo y se lo entregaré para que no cometa los mismos errores.
Ella lloraba y Mugen solo agachó la cabeza y se quedó quieto.
-Pero… es mi hijo…- alcanzó a decir.
-Tu mujer así lo ha decidido- le dijo Jin.
Luego de un triste silencio, Ryuichi tomó al bebé en brazos y dijo:
-Acepto el intercambio. Igualmente terminaré la misión y luego me iré a Rokugan.
-No, debes ir ahora, esta ciudad será arrasada. No podrán defenderla- le dijo Siao.
-Nosotros vamos a acabar con los señores de la muerte. Pensé que teníamos el mismo objetivo.
-Iremos nosotros tres, te entrego en custodia a mi hijo.
-Tú te quedarás a cuidarlo. Mugen y yo iremos.
-Tú no entiendes, es mi misión como Huang Ma Pen.
-Vamos viejo, es tu nieto y es mi hijo, y si tomamos esta decisión con todo el dolor del mundo es porque consideramos que vamos a volver a visitarlo… y a patearte el trasero- le dijo su hijo Mugen.
-Te espero en casa- le dijo a su amigo Taiga y él le entregó la última carta para su familia. Taiga fue a avisarle a nuestro comandante que ya sabían todos nuestros movimientos, y nosotros seguimos adelante. Venían con nosotros Shun, Yukimura, Tachibana, Sousuke, Shirahime, Gorogoro y varios acompañantes más. Solo faltaba que se nos unieran Iashiro, Hinokagisume, Makasuki y Taiga para seguir camino.
Cuando Taiga informó al comandante él ordenó la retirada. Volaron el puente noroeste y Hinokagisume cayó en la trampa, muchos de nuestros soldados murieron ese día y el León estaba muy herido cuando se nos unió, gracias a los dioses Asai logró rescatarlo de morir ahogado. Cuando lo trajeron frente a nosotros enseguida me dispuse a curarlo. Asai se volvió hacia la ciudad y le pregunté:
-¿A dónde vas?
-A buscar mi alma.
Minao cayó bajo el poder de los Zhuo y solo era cuestión de tiempo de que junto a Huang Ma Pen decidieran seguir rumbo a la capital Cheng.
Nuestros tres aliados Huang Ma Pen nos acompañaron en la travesía. Fueron varios días de viaje. Supongo que quieres saber de mí y no de los demás, pero me pareció que debía primero contarte algunas cosas que logré aprender en mi viaje.
Asai a pesar de su impetuosidad había salvado a Hinokagisume de una muerte segura, y había perdido su armadura y su espada en el intento. Creo que yo hubiera hecho lo mismo por mis compañeros. Todos habíamos aprendido a ayudarnos los unos a los otros en esos momentos tan difíciles, a pesar de las diferencias o de los clanes a los que perteneciéramos
El viaje hacia tierras enemigas no fue tan largo como pensábamos, y para mí fue más corto, creo que jamás disfruté tanto de un viaje. Te preguntarás por qué, solo continúa leyendo.
La muralla del castillo principal de la capital de los Señores de la Muerte era altísima, entre diez y quince metros de altura lo cubrían. Estaba empotrada en la montaña cruzando un gran cañón de lava. Del otro lado, lo que habría sido un hermoso lago, nos impedía el paso por la retaguardia. Estábamos decidiendo cómo entrar cuando llegó un mensajero. Vimos venir a lo lejos su caballo, el comandante le ofreció agua y él le entregó una carta de Nobunaga. Un ejército Zhuo estaba ingresando por territorio del Tigre del Norte y uno de Huang Ma Pen por el del Tigre del Sur. El emperador iba a salir a combatir de frente. Las malas lenguas decían que Los Tigres luego de vencer se anexarían Rokugan y las tierras Yobanjin.
Ahora era imperioso llegar rápidamente para poder regresar a ayudar a nuestro emperador en la capital Cheng.
-Hay una forma de ir más rápido- dijo Shun y me miró.
-No es que lo haga más veloz- le expliqué al comandante- es una especie de portal, podríamos cruzar el cañón.
Y eso fue lo que hicimos, para entrar en la ciudad nos hice invisibles a todos. Lo que más nos llamó la atención es que allí los humanos parecían convivir en armonía con las otras criaturas de la oscuridad. Entre ellos logramos ver que a algunos les faltaba algún miembro vital o tenían heridas de importancia, no estaban vivos en realidad.
-Cuidado con esos- nos dijo Shirahime- son los perdidos, les han devuelto “la no vida.”
Pero llegamos hasta una puerta donde fue imposible seguir ocultos, una especie de ojo flotante rodeaba a uno de los asuras de Daigotsu. No podíamos engañarlo con los kamis. La respuesta fue rápida, había que entrar de frente y combatir. No teníamos tiempo. Sousuke destruyó el ojo con un ataque de fuego y una combinación de golpes entre Hinokagisume, Iashiro y Makasuki destruyó al asura en menos tiempo del que ellos mismos pensaron.
Nos fuimos adentrando más y más, ya había sonado la alarma y vinieron por nosotros, nuestros aliados fueron cayendo, uno a uno. Jamás olvidaré ese estanque de sangre rodeado por dos escaleras, me alegré de que no fuera allí el escenario de la batalla. Solo quedamos unos pocos cuando llegamos a nuestro destino final, un cuarto con una cúpula que llegaba hasta los treinta metros de altura. No se veía absolutamente nada, todo era oscuridad allí. Makasuki arrojó una antorcha y logramos ver una horrible máscara.
-Dama Siao, me ha traicionado- le dijo Daigotsu.
-No podíamos dejarte gobernarnos, tú eres un rokugani, lo nuestro es una lucha por la libertad.
De repente la estancia se iluminó, junto a Daigotsu cuatro de sus esbirros nos esperaban, un ciego del que se encargó Hinokagisume, un hombre a caballo, contra él fue nuestro comandante Iashiro. Un mago que estaba frente a su señor, que fue mi objetivo. Y una mujer que portaba un arco. Todos a sus órdenes y dispuestos a matarnos, y te puedo asegurar que casi lo lograron. Luchamos con valor, todos, hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance, algunos terminaron muy heridos, incluso Hinokagisume perdió una mano, que gracias al efecto de Shirahime pudo recuperar.
Pero los enemigos que habíamos logrado abatir fueron revividos por el demonio. Creímos que ese era nuestro fin, Daigotsu nos reveló que sería imposible matarlo sin la sangre del emperador, pero escuchamos que el dragón decía:
-Tienen la sangre del emperador, yo soy Hantei Kamui.
Jamás creí que Taiga fuera el emperador, aquel que habían acusado de loco. Fue directamente contra Daigotsu y le clavó sus katanas por al espalda, clavándose el mismo junto a él. La sangre del emperador fluía ahora en él y el golpe de jade que le propiné lo dejó muy malherido. Shirahime le arrojó un golpe congelante y Hinokagisume le dio el golpe final, aquel que lo desintegró en mil pedazos. La máscara se partió en dos y Iashiro se quedó con una de las partes, Hinokagisume con la otra.
Pudimos haber muerto ese día, pero no lo hicimos, gracias al emperador habíamos logrado vencer.
-Mi nombre es Mirumoto Taiga, no lo olviden- nos dijo.
Sé que puedo contarte esto porque va a estar a salvo en tus manos, también sé que esta carta va a llegar a destino, porque el encargado de entregarla es el mejor en la materia. Confío en ti, más que en cualquier otra persona de Rokugan y sé que sabrás guardar el secreto.
Aprendí muchas cosas en este viaje, pero la primera y principal lección que aprendí es que se puede ser feliz a pesar de las circunstancias, de hecho esos días de viaje hacia la capital de la tierra de los señores de la muerte fueron los más felices de mi vida. Aprendí que amar es lo más importante, más importante que las guerras y odios entre familias. Sé que si hubiera vuelto a Rokugan toda mi felicidad de esos días se hubiera terminado. Amo a Shun y sé que vas a entenderlo, jamás amé a otro hombre como lo amo a él, y sé que él también me ama, no necesito más que eso para ser feliz, aunque te puedo asegurar que tengo mucho más de lo que deseé. Cuando abrí el portal para enviar al comandante y a los demás de vuelta a Minao no pensé que Shun iba a decirles:
-Adiós comandante, nosotros vamos a quedarnos- detrás nuestro también se habían quedado Yukimura, Tachibana y Sousuke. Creo que Iashiro comprendió y no dijo nada. Shun y yo habíamos estado juntos todo el viaje y ninguno se molestó en ocultar lo que sentía, al igual que Yukimura y Tachibana. Aún no sé por qué se quedó Sousuke, creo que le interesa la forma de “magia” que utilizan aquí y se quedó para aprenderla.
Cuando estábamos afuera observando cómo el césped que rodeaba el castillo volvía a crecer y la lava de los fosos volvía a ser agua, llegó un mensajero. En el pergamino que entregó a Shun decía que nos entregaban a nosotros las tierras que habíamos logrado librar de los señores de la muerte, ahora era un territorio libre anexado a Huang Ma Pen. Shun había negociado para que así fuera.
-¿Cómo quieren llamar a nuestra ciudad? hay que ponerle un nombre- dijo Shun.
-Yo también quiero decidir…
-Vos no peleaste, vos no podés decidir…
Yo sonreí, casi al instante se me ocurrió el nombre que actualmente lleva nuestra ciudad “La Ciudad del Sol”. Enviamos veinte mil hombres a socorrer a Iashiro, estábamos seguros de que él lograría rescatar a nuestro emperador de la trampa en la que lo habían metido. Aún no sé como hizo Shun para reunirlos en tan poco tiempo.
Es verdad que son tierras extrañas, pero aprendí a conocerlas, ahora me tratan como a una reina, y Shun está conmigo, no puedo pedir nada más. Es verdad, como siempre me dijiste “El adivino no puede adivinar su propio futuro” porque yo jamás imaginé esto para mí, jamás creí ser digna de ello.
Gracias papá, siempre me diste esperanzas, siempre me dijiste que yo podía tener algo más, que si bien me habían pasado cosas horribles yo también podía soñar, y lo que me dijiste fue cierto. Gracias.
Algún día de estos iré a visitarte a casa, los extraño, a mamá, a mis hermanos y a ti. Espérame, no tardaré mucho.

Te quiere,

Sora.

La seda con la que se hilan destinos

El lejano trueno advierte del peligro presente
El viaje a la capital de los Shi Tien Yan Wang fue relativamente rápido. Solo se demoraron un par de semanas. Bordear el río fue un buen recurso, si bien estaban expuestos, tenían pesca y agua fresca todos los días. Los cazadores Unicornio traían abundante alimento, pero todo debía ser purificado: la mancha se hacía sentir más y más.
Cada uno de los héroes veía que su cruzada iba llegando a su fin. El maestro Kitsu estaba en un estado de salud grave, algo le había pasado en la batalla de Minao, y no podía ejércitar su arte pese a los cuidados intensivos de Shirahime. Sousuke la ayudaba, pero era cada vez más la intriga que sentían por llegar al final. ¿Qué tesoros se encontrarían en la capital oscura?

El Adivino no puede adivinar su futuro.
Sora en cambio, vivía unos momentos idílicos. Su relación con Shun iba viento en popa y ya no mostraba ni el más mínimo decoro en ocultarlo. No le importaba tampoco. Era respetada, no había ataduras, estaba con el hombre que amaba... Su vida corría riesgo, sí, pero lo aceptaba gustosa. Su decisión de no volver cada día se anidaba más en su cabeza. Al parecer no era la única. Shun pensaba algo similar. Y Yukimura y Utaku también. El amor indudablemente superaba al deber. Quizás no eran grandes samurais, pero sí felices. ¿Acaso se puede pedir otra cosa?

Nada ofende tanto a la ira como la risa.
Makasuki vivía algo parecido, pero en otro sentido. Añoraba la poesía de Rokugan, el duelo, la pasión propia de los rokugani y la belleza del clan Grulla. Pero en Cheng era muy respetado, los locales se mostraban sumamente interesado en su estilo de esgrima y en la armonía que realizaba en el momento de combate, en la fusión de su habilidad con la espada y la danza que practicaba. Cualquier rokugani hubiera identificado la gracia típica de los grulla, pero para los Cheng su arte era realmente bello. No porque ellos no tuvieran estilos similares, que de hecho los tenían, sino porque era exótico.

Trata a todos como si fueses a morir mañana
Hinokagizume pensaba en Azai. El leoncito lo había salvado de la deshonra, había arriesgado su vida por él. Era impulsivo, sí, pero también decidido como pocos. No debía fallarle. No debía desperdiciar esa segunda oportunidad que se lo concedió. Sabía que él había ordenado la carga, creyendo que sus enemigos no tenían noticias de los explosivos del puente, pero la muerte de los soldados pesaba en sus espaldas. Era fracaso y sepukku. Pero no era tiempo para la muerte. La vida del emperador podía correr peligro y necesitaban dar cuenta de los Señores de la Muerte. Este territorio infesto de onis no iba a imponerse sobre su victoria.

Se pone a prueba la amistad a la hora de compartir una carga
Taiga no obstante, extrañaba su tierra, pero entendía el rol de su deber. Ryuichi había logrado su objetivo, de una manera distinta a la que había concebido originalmente. Pero aún así, el monje había dado una gran muestra de benevolencia digna de una frase de Shinsei. Pero ahora su deber era otro: debía velar por el éxito. Él sabía porqué, pero Ryuichi no. Debía ser cauteloso en sus movimientos pero estar listo para dar la vida. Así se lo había dicho el destino. Agradeció que la ida de su amigo le permitió compartir momentos con su vieja amiga Shirahime, con quién habían pensando un largo plan que tristemente no pudieron ejecutar, más por su elevado sentido del honor que por otro motivo.

El hombre valiente no necesita armas.
Las semanas fueron largas. Hubo varias escaramuzas, muy bien repelidas. Habían perdido pocos hombres, pero el tranco se les hizo rápido. Los misteriosos ronins que iban con ellos conocían bien el viaje, e incluso varios hombres habían entablado buenas relaciones. Los partidos de shogi de Jin y Taiga se habían vuelto la comidilla de cada día, y Xiao alegraba las noches con sus melodías, que rememoraban a la tierra que tanto extrañaban pero también llenaban sus corazones. Mugen era un bromista nato, y las bromas sobre toda la parafernalia rokugani robaban sonrisas a todos. Ellos también estaban dispuestos a morir si la necesidad lo demandaba. Pero su plan era más amplio.

La única verdadera prueba de valor es la última.

Los muros de la capital oscura asomaban tras el laberíntico cañón que cortaba la tierra entre ese desierto de arena interminable que eran las Arenas Ardientes y el pobre pasto que se aferraba al suelo luchando por su vida. Los guías habían optado por no cruzar el camino Huang Ma Pen, más como muestra de confianza que otra cosa, porque los rokugani todavía no confiaban del todo en sus "aliados". Así, los últimos días habían sido arduos, con ciertas privaciones, principalmente de alimento. El ánimo había decaído bastante. Pero era el final. O al menos eso querían creer.

Mis errores vienen de mis padres, mis virtudes de mí... ¿Que es esta tontería?
Ryuichi iba cruzando placidamente el territorio del Tigre del Sur. Las noticias que llegaban de la capital cheng no eran buenas. El tremendo ataque Zhuo a Minao había afectado parte del comercio de los tigres, que si bien no dependían del polo comercial, sí recibían grandes dividendos. Además, los Zhuo habían hilvanado un númeroso ejército y marchaban junto a sus aliados rojos de los Huang Ma Pen. El emperador rokugani, Hantei, había acordado salir al cruce de la armada del Pájaro de Fuego, como habían apodado a los estandartes rojos y amarillos de los aliados. Si bien Nobunaga buscaba mantener su posición como conciliador y evitar toda refriega, era el mismo deseo del emperador el que lo había hecho ir al frente. Se iba a exponer a una batalla abierta contra enemigos que habían dado sobradas muestras de capacidad. Y que iban apoyados por una gran legión de criaturas oscuras comandadas por uno de los asuras de los Señores de la Muerte.
Cuando su mente divagaba en estrategias, en el bienestar de Taiga, escuchaba a su nieto llorar. Y su mente volvía al frente.

Si comes veneno, no olvides lamer el plato.
Hantei iba camino a una trampa pergeñada por los Tigres, decían los campesinos. El verdadero objetivo de los Tigres es Rokugan, cederán sus partes en el Oeste, les darán a los Zhuo un país propio, y con el Crisántemo de Plata se anexarán Rokugan. Rokugan para el Tigre del Sur y los Territorios Yobanjin para el del norte. Y luego dirimirán sus diferencias. Eso era lo más escuchado en las bocas de los diplomáticos. Nobunaga jugaba con una sola carta. Y necesitaría a Iashiro para eso.

La duda es el corcel de la derrota.
Iashiro estaba intránquilo. Lleno de dudas por no tener noticias de su esposa. Por el bienestar de su gente. Siempre supo que no tenía como hacer frente a los Zhuo. Si solo hubieran luchado en otro terreno, su confianza hubiera sido otra. Pero en una ciudad de pobres murallas, contra enemigos seriamente preparados, y que, como más tarde supo, estaban previo aviso acerca de la defensa de la ciudad, no hubo chances. Sabía que no había chances antes de la batalla, menos después de la ejecución de ella. ¿Debía seguir con su grupo o volver? A caballo, con pocos alimentos, podría llegar a Minao en pocos días. Ya había visto bien el sendero y era de público conocimiento que es muy raro que un Unicornio se pierda. Podría volver con Akemi. Por un lado, las puertas de la capital oscura estaban ahí, casi al alcance de su mano. Por otro, su amigo el Shogún, su emperador, por el que siempre se había batido con gran arrojo, y su esposa, la madre de sus hijos, la mujer que lo había aceptado por lo que era más allá de su imagen. Se sorprendió al ver el mensajero venir, pero su sorpresa fue aún mayor cuando supo que traía una carta de Nobunaga para él...

(escribió Draften)

domingo, 7 de junio de 2009

Fecha 7: 31/05/2009


Gorogoro


Luego de que la mujer se alejó con Jin, Ryuichi cargó a Mugen sobre sus hombros y se marchó de allí, Iashiro fue con él.

*****

La habitación donde habíamos combatido ahora era un reguero de muertos, todo estaba cubierto de sangre. Vimos por la ventana que a lo lejos comenzaban a acercarse muchos puntos de luz. Teníamos que irnos de allí.
El primero en salir fue Makasuki, y a pesar de que intentó hacerse pasar por un extranjero que solo iba allí a beber y a disfrutar de los placeres que brindaban sus bellas mujeres no le creyeron y se lo llevaron prisionero.
-Acá hubo un combate- dijo un guardia.
-El ganador salta a la vista- le respondió su compañero.
-¡¡Él, él tuvo que ver en todo esto!! ¡¡Tú estabas con ellos!!- uno de los hombres que nos había visto llegar, creo que fue el gordo de la entrada, dejó a Makasuki en una situación bastante difícil.
Mientras Taiga se preguntaba como íbamos a salir de allí les dije:
-No hablen, o se romperá el hechizo.
Nos hice invisible a todos, y cuando fui a hacerlo con Shun me di cuenta de que ya no estaba. Ya había hecho lo propio él mismo.
Había que ayudar a Makasuki, y el plan de Shun fue bastante simple: arrojaba una bomba y en el desastre salíamos todos de allí, llevándonos también a Makasuki.
Hinokagisume fue contra el gordo y un golpe de su espada lo dejó muerto sobre el suelo de la posada. Shun arrojó la bomba y todo fue un caos, Sosuke avivaba el fuego mientras Shun me agarraba por la muñeca y todos corríamos hacia la salida.
Cuando llegamos al lugar del campamento Iashiro nos esperaba en la entrada, estaba vestido con un kimono ceremonial, mejor peinado y arreglado de lo que lo había visto nunca. Cincuenta hombres de su guardia lo acompañaban.
-Escóndanse- nos dijo mientras esperaba a la comitiva que nos estaba siguiendo.

*****

-Presumo que estoy muerto- dijo Mugen, y luego escupió en el suelo. Estaba atado de pies y manos, y sangraba.
Ryuichi lo estabilizó.
-Pensé que al irme me ibas a dejar en paz.
-No tenemos nada que hablar vos y yo, por ahora.
-al menos abrís la boca para algo más que comer.

*****

Cuando llegaron los hombres de Minao nuestro comandante habló con ellos, les dijo que sus hombres seguramente estaban borrachos. Se disculpó formalmente y ellos le pidieron un “compensación” para las familias de los muertos.
-Las familias serán recompensadas- dijo Iashiro.
-Enviaremos mañana a nuestro magistrado por el acuerdo económico.
Era una ciudad neutral, todo allí se manejaba con el dinero. Una vez que eso estuvo arreglado, se marcharon.
Yo aproveché para ir a bañarme, estaba cubierta en sangre y me habían herido, así que también utilicé ese tiempo para curar mis heridas.
Luego nos reunimos todos nuevamente con el comandante, que pidió un detalle de la misión. Taiga le relató lo ocurrido, y Ryuichi, que había dejado al prisionero a cargo de uno de los hombres del campamento, dijo que él no estaría dispuesto a hablar.
-No crea nada de lo que él dice- le anunció Taiga.
La reunión iba a continuar en la tienda del prisionero. Parecía que él no se acordaba de ciertas cosas, quizás por eso lo habían dejado con nosotros, quizás le habían borrado algunos recuerdos.
La charla con Mugen fue extraña, el comandante hizo todo lo contrario a lo que le habían dicho, parecía confiar en ese extraño. Igualmente sus palabras eran bastante convincentes. Dijo que los tigres no se iban a aliar nunca, que ellos estaban esperando sus acciones para proseguir. Siao había influido en nuestro shogun lo que nos había llevado a combatir en ese lugar.
-Vuestro shogun… le gusta el dinero al muchacho- agregó.
Y lo que ya todos estábamos esperando por fin salió a la luz. Era evidente que él mismo se había dejado capturar:
-Me dejé capturar por otra razón… queremos hacerles otra propuesta. Nosotros también estamos convencidos de que hay que eliminar a los señores de la muerte.
Akemi lo golpeó y le preguntó:
-¿Cómo lo supo?
-Porque yo también tengo mis informantes.
Y eso fue suficiente para armar un lío, solamente estábamos allí el estado mayor cuando se comentaban esas cosas ¿había un espía dentro de nuestro mismo grupo? Una vez más Iashiro nos reunió a todos los que estuvimos en la reunión y fue directo al grano.
-Bueno, parece que tenemos un espía.
-Quizás lo hayan hecho con un conjuro- dijo sabiamente Sousuke.
-¿Se puede hacer algo así?
-Creo que no se puede hacer- dijo Shirahime- al menos no como nosotros sabemos.
Entonces decidí hablar con los kamis. Les pregunté si había alguien en esos momentos queriendo escuchar nuestra conversación. Ellos me dijeron que no, con esa voz tenue y susurrante. Les pedí por favor que me avisaran si alguien quería escucharnos. Me dijeron que lo harían pero que no olvidara realizar un ritual bajo la lluvia.
“Será hecho” les dije.
Cuando volví a escuchar estaban votando para ver qué hacer con el prisionero, había dos opciones, matarlo o usarlo para que nos guiara en territorio de los señores de la muerte. Ryuichi y Taiga votaban a favor de la primera opción, los demás no estábamos tan seguros.
En ese momento los kamis me avisaron que alguien estaba rompiendo la barrera.
-Comandante, decidan rápido porque están queriendo entrar para escucharnos.
En ese momento escuché la voz de un hombre, dijo ser de la facción Huang Ma Pen y me contactaba porque quería hablar con nosotros. Al menos supimos que no había ningún espía entre nosotros, que ellos habían podido escucharnos anteriormente y por eso sabían nuestros movimientos. Le avisé al comandante y quité la barrera.
El hombre era una especie de “ministro de magia” nos había contactado porque quería negociar la liberación de Mugen. Nos dijo que podía enviar a dos personas para que nos acompañaran, junto a Mugen, a llevarnos hasta tierras de Daigotsu, el líder de los señores de la muerte y señor de las tierras de las sombras en el sur.
“Daigotsu no es inmortal, pero nosotros no tenemos armas para combatir contra él y sus siete asuras” Era cierto, allí no había jade en abundancia para poder hacerle frente, y nosotros habíamos traído, no sé si suficiente, pero bastante.
-Quiero hablar con usted personalmente- dijo Iashiro.
Él envió directamente a su señora, Siao, la mujer ciega, esposa de Mugen. Un sello mágico se dibujó en el suelo y una flor abrió sus pétalos para que nos encontráramos frente a frente a ella.
El plan era simple, iríamos con Siao, Jin y Mugen a territorio de los señores de la muerte, limpiaríamos la cadena de mando y nos iríamos. Sería un grupo pequeño, de no más de cincuenta personas. Llevaríamos a los mejores shugenjas, y a los mejores guerreros.
-Tú te quedarás a cargo del ejército- le dijo Iashiro a su mujer.
Shun en un momento de la conversación le dijo “Akemi-chan” a lo que ella le respondió “Shun-kun” no recuerdo que fue porque vi que Iashiro ponía su mano sobre la katana y yo hacía aparecer en las mías un yari de aire.
-Shun y yo somos primos, él es hijo de una prima mía.
A la cruzada se sumaría Gorogoro, llevaríamos con nosotros a diez Moto liderados por Munehime Moto, ocho shugenjas, dos arqueros avispa, dos daidouji shojinbo, dos Matsu berserker y cuatro escorpiones “especialistas”.
Akemi le pidió a Makasuki que me protegiera, porque ella no iba a ir, el ejército iba a quedar bajo su mando.

*****

Luego de la reunión fui a ver a Shun a su tienda.
-No sabía que eras pariente de Akemi…
-Podrías no haber reaccionado sacando una lanza e intentando matarme…
-Lo de la lanza fue inconsciente…
Él me tomó del mentón y me dijo.
-Sabés que solo te quiero a vos.
Nos besamos. Él sabía que por más que yo reaccionara así ya me tenía totalmente dominada y a sus pies.

*****

Ryuichi fue a hablar con Siao. Ella le dijo que su hijo habló mucho de él, pero que sabía que nunca iba a perdonarle el haber matado a su maestro, y figura importante de su clan.
-La muerte no soluciona nada, solo fertiliza la tierra- le dijo ella.
-Díselo a la familia del maestro, díselo a mi familia- le dijo él.
*****

Mientras Taiga fue a tomar sake con Jin.
-¿Juega shogi?- le preguntó el dragón.
-Sí, ¿empiezo yo?
-Como siempre.
El partido fue muy trabado, mientras conversaban las piezas se movían de un lugar a otro, sin que ninguno tomara una ventaja definitiva sobre el otro. Finalmente Jin ganó la partida.
-Segunda vez que gano. Quizás deberías conseguirte otro jugador, o dos jugadores.
-Si pudiera poner el doble de fichas la partida sería otra cosa.
-Pero seguiría empezando yo.