lunes, 24 de agosto de 2009

La Ciudad del Sol

Año 2 de “La ciudad del sol”

Parece mentira lo que cambió este lugar, y me enorgullece haber podido ser parte activa de su recuperación. A veces vuelvo a recordar cómo era esta tierra cuando estaba aquí Daigotsu y verla ahora rebosante de vegetación y vida me reconforta el alma. Si bien aquí me respetan no tengo el cariño de mis vecinos y ayudantes, me entristeció un poco al principio porque tanto mi familia como mis amigos estaban lejos. Creo que Sousuke y Makasuki se dieron cuenta y me visitan a menudo. Sousuke me ayudó con la recuperación de nuestros territorios y cuando no estaba investigando los escritos sobre magia Huang Ma Pen me enseñaba a jugar al yogi.
Cuando Makasuki venía a la ciudad siempre nos deleitaba con una de sus obras o danzas, lástima que Rokugan se perdiera ese ejemplo de manifestación artística.

-Algún día voy a matar a ese mago y a ese actor de teatro- bromeaba Shun.
-¿Estás celoso?- le sonreí.
-Sí, de hecho creo que los voy a echar cuando vengan la próxima vez…
No estaba diciendo la verdad, cada vez me era más fácil adivinar cuando me estaba mintiendo. Decidí volver a retomar ese asunto que tanto nos dolía a ambos.
-Shun ¿por qué creés que no podemos tener hijos? Sabés, a veces creo que son los dioses los que nos lo prohíben…
-¿Por qué los dioses querrían eso?
-Por lo que hicimos.
-¿Derrotar a un demonio? No creo que eso les haya molestado- se acercó a mí y me besó. Era obvio que yo no me estaba refiriendo a eso.
-Algunos magos que consulté dicen que puede ser esta tierra, que todavía está mancillada…
-Pensé que habías logrado eliminar todo vestigio de las sombras.
-Sí, yo también lo creí…- “Pero ahora las sombras anidan en mi corazón”- lo pensé pero no se lo dije. Lo abracé fuertemente para mitigar mi tristeza, solo él podía aliviarla, siempre.
-Quizás solo tengamos que esperar un poco más, no estés triste- dijo y volvió a besarme. Era tan feliz con él… pero me sentía tan mal por no poder darle un heredero.
-Lo siento, no volveré a hablar de ello.

Pasó el invierno, fue un invierno solitario en algunos momentos, pero fue un invierno cálido, dormir todas las noches a su lado era lo único que necesitaba para olvidarme de la tristeza que me producía no solo el hecho de no poder concebir, sino también el hecho de estar separada de mis padres y hermanos.
-¿Te arrepentís de haberte quedado?- me preguntó un día.
-Jamás voy a arrepentirme, soy muy feliz a tu lado- le respondí.
-Tus ojos no dicen lo mismo…- dijo él.
-Extraño a mi familia, pero es algo que puedo soportar si me abrazás- le dije y él me tomó en sus brazos- Shun ¿vos te arrepentís?
-¿Estás loca? Tengo un reino, no están ni mi padre ni mi hermano y además tengo una mujer hermosa con la que puedo disfrutar de largas noches de sexo. No necesito más nada.

Lo que más me gustó de esa primavera fue que por primera vez pude ver florecer los cerezos en La Ciudad del Sol. La hierba se cubría con pétalos rosados, me encantaba caminar bajo los cerezos y que los pétalos cayeran sobre mí.
Pero esa primavera también fue diferente por otra razón, las sombras se fueron también de mi corazón.
-Hace mucho que no te veo sonreír así- me dijo Shun un día, y yo ya no pude seguir esperando.
-No quería decírtelo hasta no estar segura…
Pero él ya lo sabía, o se lo imaginaba.
-¿Vamos a tener un hijo?
-Sí- le sonreí.
Él me miró a los ojos.
-No estás mintiendo.
-No seas tonto, no te mentiría nunca en algo así.
Él me abrazó y me besó, creo que esa fue la segunda vez que lo vi llorar. Pero esta vez no eran lágrimas de tristeza, eran lágrimas de emoción.

Los días de comienzo de la primavera fueron los más felices de mi vida. Mi vientre crecía cada vez más y sentía a mi bebé moverse dentro mío, nada podía compararse con eso. Recordé los momentos en que estaba junto a mi madre, cuando tocaba su vientre esperando impacientemente a que nacieran mis hermanos, ahora era yo la que iba a ser madre… me hubiera gustado tanto que ella estuviera aquí, me hubiera gustado preguntarle tantas cosas…
Shun estaba feliz, decía que quería que su hijo fuese un varón para enseñarle todo lo que sabía.
-Espero que seas una niña, sino vas a tener que soportar a tu padre mucho tiempo- Lo cierto era que a mí eso me daba igual, fuera niño o niña yo iba a enseñarle también lo que sabía.
-Dama Sora- me saludó. Había salido de la puerta trasera de nuestra casa hacia el jardín, yo estaba sentada bajo uno de los cerezos.
-Hola Mugen- le sonreí- ¿venís a buscar a Shun?- Ellos se veían bastante a menudo, sabía que había cosas que no me contaban pero no me molestaba.
-No, esta vez vine a felicitarla personalmente.
-Gracias, ¿no has venido con Xiao?
-Creo que se quedó impartiendo órdenes.
-No va a cambiar nunca. Todo está en bien aquí.
-Sí, Shun y tú hicieron un muy buen trabajo.
Vi que Xiao se acercaba a nosotros, tomó la mano de Mugen y me saludó con una reverencia.
-Hola Xiao.
-Sora, me alegro de verte tan feliz.
-Ya sabemos como lo vamos a llamar, si es niño se llamará Taiga, y si es niña la llamaremos Akemi.
-¿Has vuelto a ver al comandante Iashiro?
-No, no he vuelto a ver a los que se marcharon a Rokugan, pero Shun siempre trae noticias. Iashiro ahora está descansando junto a su mujer. Dicen que vendrán a visitarnos en cuanto les sea posible.

El día que Iashirou y Akemi llegaron a La Ciudad del Sol no pudieron reconocerla. Estaba muy feliz de volver a verlos. Abracé a Akemi, creo que ella se sorprendió pero también me abrazó. Ya conocía al comandante, él era bastante más parco en esos asuntos, me saludó con una reverencia y me dijo:
-Sora, es un gusto volver a verte.
-Comandante- le sonreí.
-Sora ¿cómo estás? Nos dijo uno de los hombres de Shun que estabas esperando un niño pero jamás pensé que faltara tan poco- me dijo Akemi.
-Es un largo viaje desde Rokugan, deben estar cansados, permítanme acompañarlos a su habitación.
Yo ya sabía que llegarían ese mismo día. Shun llegó al poco tiempo y les hizo una reverencia a ambos.
-Bienvenidos a “La Ciudad del Sol”
-¿Quién iba a creerlo? Verte casado y esperando un hijo, no pareces tú- le dijo Iashirou.
-Tendrá que acostumbrarse comandante, ah eso me recuerda, en estas tierras mando yo.
Cuando me puse de pie sentí un dolor muy fuerte, Akemi que estaba al lado mío se dio cuenta y me tomó del brazo.
-¿Estás bien? Creo que ya es la hora- me dijo sonriendo.
Shun no me permitió caminar y me llevó en brazos hasta nuestra habitación. Enseguida fue a buscar a la partera.
-Akemi, no te vayas- le supliqué.
-No voy a irme- me tranquilizó- no tengas miedo, todo va a estar bien.
Fue un alivio que ella estuviera conmigo. Sabía que ella tenía hijos y yo necesitaba a alguien con esa experiencia a mi lado, a falta de mi madre.
Cuando tuve a mi hijo ente mis brazos todo el dolor que había sentido durante el parto se borró. Akemi me sonreía.
-Hola Taiga, hace mucho que esperaba conocerte.
Cuando entró Shun Akemi abandonó la habitación. Él se acercó a nuestro hijo y lo besó en la frente.
-Taiga, saludá a papá- dije y se lo tendí.
Él se había quedado sin palabras, creo que fue la primera vez que no supo que decir.

Epílogo

Nuestro recorrido por tierra Cheng es toda una gesta que algunos historiadores hoy recuerdan y citan, porque si bien no representó un hito demasiado importante en la larga historia rokugani, sí se lo recuerda como un modelo de virtud y eficacia casi único en nuestros registros.
Participe de la mayoría de las escaramuzas y batallas que compusieron la recorrida de ese ejército de doce mil almas por un territorio que a duras penas conocían nuestros hermanos unicornios. Recorrimos miles de kilómetros, luchamos contra infinidad de soldados, hechiceros y ambiciosos generales. Y salimos victoriosos. Dónde los siete truenos triunfaron, nosotros también.
Mi nombre es Akodo Azai, segundo capitán de la Infantería Rokugani en la expedición libertadora de Cheng.
....
He relatado ya casi todo mi viaje. Quizás muchos tengan fresca la "Historia de la Fundación de la Ciudad del Sol" de Asahina Sora o bien el extenso prólogo en el "Tratado de Danza y Esgrima" de Daidoji Makasuki. Pero si bien ambos ejemplares son excelentes para la comprensión de este evento, los hechos sucedidos en la Batalla de la Fortaleza del Bosque Oculto siempre quedan perdidos en la leyenda.

Esa batalla comenzó con la traición de los dos Tigres a nuestro Imperio Esmeralda. Tras la Batalla de la Ciudad del Agua, en Minao, nuestro ejército se había replegado a territorio del Tigre del Sur. Nuestro comandante, Moto Iashiro, había seleccionado un grupo númeroso de unidades para marchar a las tierras de los Señores de la Muerte, pero había dejado al mando del grupo a su esposa, Daidoji Akemi, la Pica Turquesa, apodada por el color de las plumas que llevaba en su pica para contener la sangre de los oponentes que abatía y no cayeran sobre sus manos. Yo me quedé con ella a la hora de la desición, no por desconfiar de Akemi, sino porque tenía miedo que los soldados, no acostumbrados a tratar con ella y si con Hinokagizume Akodo, Gorogoro y yo, desearan rebelarse y volver a sus tierras. Estabamos lejos de Rokugan y eso se sentía.
Como dije, después de Minao la situación se había complicado sobremanera. Nuestro enlace con el mando estaba cortado, el emperador seguía expectante en la ciudad capital Cheng negociando la alianza de los Tigres contra las Lanzas Amarillas Zhuo y los Estandartes Rojos Huang Ma Pen. Debo decir que los Huang Ma Pen resultaron ser brillantes tácticos, con una preparación envidiable.
En Cheng la situación se ponía delicada: los Tigres veían como los Zhuo, que se habían hecho con el control de Minao, empezaban a entrar a territorios del Tigre del Norte. El Tigre del Sur no se fiaba de nuestro ejército, más que habíamos acordado una tregua con los Zhuo, pedida por ellos. Pero todo se disparo al mes, mientras reclutabamos tropas y preparabamos la situación para una eventual refriega contras las Lanzas Amarillas, llegaron las noticias: Los Señores de la Muerte habían caído, en manos rokugani y Huang Ma Pen. Esto hizo que los Tigres hablarán de traición de nuestra parte, cuando claramente habíamos vencido a un enemigo común. Por otro lado, las noticias decían que los Zhuo estaban aplastando a los Tigres, y que un gran ejército Huang Ma Pen (HMP a partir de ahora) se dirigía a tomar la Fortaleza del Bosque Oculto, gran enclave preparado para la coronación de cada emperador Cheng. Y todo se terminó de descontrolar cuando brotaron las noticias que hablaban de un deseo de los Tigres de anexarse territorio Yobanjin y con nuestro Mikado en sus manos, de Rokugan. Nuestro emperador, que había salido al cruce de los Zhuo, debía luchar a sangre y espada para escaparse de la trampa, y no tuvo más remedio que fortificarse en esta Fortaleza. Y rápidamente quedó asediado por grandes huestes de ambos Tigres, que lo necesitaban para hacerse control de nuestras tierras. Lo que supe luego, es que el Tigre del Norte no deseaba pelear en el asedio, pero fue obligado por su hermano como muestra de lealtad. Este último apartado nos facilitó mucho el trabajo.
Al poco tiempo de esta situación regresó nuestro Shireikan con las noticias de la victoria y la máscara de Daigotsu. Así que ensamblamos las líneas y fuimos a salvar a nuestro emperador. Llegaron con él una buena parva de shugenjas, no sé si llamarlos hechiceros, enviados por Sora, que había decidido quedarse en las tierras de los Señores de la Muerte a purificarlas. Bueno, todo eso ya lo habrán leído en los textos de ella.
Volviendo a la batalla, logramos armar un frente de 56 mil almas. Contabamos con todo tipo de unidades: piqueros, cañones, arqueros, arqueros a caballo, caballería, infantería, y una extraña unidad HMP que básicamente consistía en una caballería fuertemente acorazada armada con pistolas y sable. Demostraron ser altamente eficaces en batalla.
El plan elaborado por el shireikan, por Hinokagizume y por Ge Lung, el líder de todas las tropas HMP y hermano de Xiao, resultó ser eficaz. Rompimos las primeras cargas de caballería de los Tigres, comandados por nuestro emperador, al que mediante un sortilegio místico habíamos logrado extraer de la Fortaleza. En esta primera refriega, Hinokagizume y Makasuki dieron cuenta del Tigre del Norte, mientras Akemi y yo manejabamos a los soldados para romper las defensas enemigas. Dicen que Makasuki logró romper la guardia del Tigre, y que luego Hinokagizume destajó al Tigre. No pude verlo, pero imaginó la secuencia. Ese no-dachi bestial que maneja mi maestro de guerra es simplemente un arma única.
Por otro lado, la caballería junto con los arqueros a caballos y los "pistoleros", al mando de Iashiro y la de recientemente ascendida Moto Kasumi, hija del valiente Moto Munehime, caído en batalla contra el señor de las Sombras dieron cuenta de la pobre infantería de los Tigres. Los sobrevivientes rompieron una brecha en la Fortaleza, pero cuando quisieron entrar, el shogún Moto Nobunaga, que se había quedado defendiendo la Fortaleza, cargó con el resto de sus tropas atrincheradas contra la línea y la rompió, no obstante el Tigre del Sur logró entrar a la guarda.
Mi línea entró al tiempo acompañando la caballería. Yo estaba lejos, pero ví al shireikan enfrentarse al Tigre del Sur. Éste usaba una especie de espada-látigo, con lo que mutiló al caballo del Shireikan. Craso error. Esto solo enfureció al comandante, y en una batalla bastante pareja, lo venció. Luego dejo correr su furia contra el resto del Tigre. Hay que mencionar también que Kasumi lo cubrió de otros enemigos para que tuviera su duelo personal.
La escena siguiente fue la que cambió el nombre de la Fortaleza y acabó el combate. La Dama Shirahime entró a la Fortaleza, acompañada por Mirumoto Taiga; ella procedió a curar al córcel de Iashiro. Pero mientras ella ejecutaba su arte, una saeta rastrera se disparó contra ella, y Taiga cortó el ataque con su cuerpo. Pagó con su vida. Shirahime colapsó en un arranque de locura y todo a su alrededor empezó a congelarse. Decididamente entendí porque llevaba a Sousuke: el era un tensai como ella, parte humano, parte kami, y su voz era de las pocas que podía llegar a calmarla. La situación fue que la gran mayoría de la fortaleza quedo cristalizada, y parecía que no había forma de detener a la Dama Blanca. Incluso el shireikan lo intentó, pero en el camino ella congeló sus piernas, que se quebraron por el peso de la armadura. La muerte de Taiga realmente debió afectarla, creo que eran amigos. La crueldad de la escena la calmó, ella sólo recuperó su consciencia por unos instantes como para pedirle perdón a Iashiro, curar sus heridas (juro que nunca vi arte de tal magnitud) y desmayarse sobre Hinokagizume, al que solicitó que la lleve con Eru a su tierra.
Nuestro emperador firmó un tratado con los HMP, reconóciendo la autoridad de Ge Lung y su dinastía sobre Cheng. Nosotros nos embarcamos y volvimos solo dos mil de los nuestros a Rokugan. Makasuki decidió quedarse, se sentía más valorado en Cheng que aquí. Fue una baja sensible, pero evidentemente el cumplió su deber de pelear por el Imperio Esmeralda. Al igual que todos los caídos.

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Shun, Shun... la voz lo despertaba de un letargo importante.
Sí, Sora, ¿Qué pasa? alcanzó a decir.
Nada, mira como juegan nuestros niños. La vida en esta provincia es tranquila, sé que el pueblo cheng no nos ama, pero nos respeta. No podríamos haber tomado mejor decisión.
Mientras Sora jugaba con sus hijos y los de su hermano, que había ido a visitarla cruzando un largo tramo de las Arenas Ardientes, Shun contempló a la figura que salía de las sombras. Ricamente ataviado, sus antiguos pelos desgreñados cobraron orden: lo había conocido como un ronin errante, luego como un yakuza importante, luego como el encargado de su red de espionaje en un país distante, ahora eran iguales, amos señores de Cheng, tras bambalinas.
Señor Mugen... ¿o debo decir Akito? ¿O debo llamarlo Su Excelencia Huang Ma Pen?
Mugen, ese es mi nombre, los otros fueron momentaneos. Hay trabajo. Viejos terratenientes aliados a la antigua corona de los Tigres. Necesito un par de tus muchachos.
Los tendrá, viejo amigo. Lo que no logramos organizar del país con nuestra campaña, lo arregla mi gente.
Así me gusta, Rojito.
Los ojos de Shun se desviaron a sus hijos. Era realmente feliz, su mundo funcionaba de maravillas. ¿Qué sabrían los pequeños de la oscura tarea del padre? Sólo Sora lo sabía y hasta ahí nomás.
Por cierto -dijo Shun- bonita fiesta organizaste para el nacimiento de tu primer hijo. ¿Así qué lo que le diste a tu padre fue?
Mugen interrumpió la conversación: El viejo se llevó una respuesta que alivianó su corazón. ¿Qué importa si era o no era? Todo el tema del honor es escabroso, y nadie mejor que vos para hablar del asunto.
Shun sonrió. Ven, vamos a beber un trago, todavía me hago traer sake de mi viejo feudo.
Ahora estamos compartiendo una buena idea, respondió Mugen.
Ambos partieron con una sonrisa.

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Anexos de "La Segunda Campaña de Cheng" de Akodo Azai:
La campaña en Cheng fue injustamente valorada por la mayoría de los militares de Rokugan. La consideraron excesivamente fácil y aseveraron que perdimos más gente de la que llevamos, pero ninguno de ellos la ha estudiado en detalle, sólo en comentarios. La campaña fue complicada, si bien nunca dudamos de nuestras tropas, hubo momentos en que pensamos que el fin estaba cerca. La dura derrota de Minao, de la que me hago cargo, fue un error táctico. Si bien mi estrategia siempre fue conocida por el enemigo, no pudimos rearmar sobre la marcha. La batalla de la Fortaleza del Bosque de Hielo tampoco fue fácil, si bien derrotamos un ejército superior con relativas bajas, perdimos a casi todos los rokugani que habíamos llevado. Los Cheng claramente no tienen un ejército de la calidad de la nuestra, pero suplen la falta de nivel con grandes reservas de hombres y mortíferas artillerías.
Mis recuerdos de la campaña son los mejores. Solo un momento dudé y fue cuando mi señor, Akodo Hinokagizume III, encaró junto con el resto de las tropas del Shireikan a la muerte en el territorio del blásfemo Daigotsu, ahí creí que estabamos perdidos: privados del mando, rodeado por enemigos, logramos organizar sólidas defensas.
Pero la victoria al final fue nuestra, por la planificación desarrollada en cada batalla. No podemos nosotros aseverar que sólo nuestro clán maneja la Estrategia Sagrada. El shireikan demostró notables conocimientos, y no es deshonroso reconocer la labor de los Grullas y los Escorpiones en el enfrentamiento. Sin su asistencia no hubieramos logrado conseguir la victoria resonante que conseguimos.
Como dije antes, nuestra campaña fue injustamente valorada, pero es una de las pocas gestas mancomunadas entre los clanes a lo largo de nuestra historia. No digo que merezcamos nuestro nombre junto al de los Siete Truenos, pero si ellos hubieran estado presente, hubieran aplaudido con la furia con la que nos batimos.

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¿Así que maestro?
Sí, he hecho todo, mi señor. He combatido en territorio Yobanjin, he derramado la sangre de la traición, he liderado una armada a lo largo de un país-continente. He sufrido penurias, pérdidas, derrotas, pero he disfrutado victorias, pequeñas conquistas. Es el momento de dejar a mi cuerpo descansar, de que los jovenes potrillos de nuestro clán tengan su oportunidad.
Me parece perfecto. Y como muestra de mi lealtad infinita, enviaré a mis vástagos a entrenar bajo tu ala.
Señor, me honra sobremanera. No sé si soy merecedor de tal reconocimiento.
Lo eres. Soy tu daimyo y el shogún de Rokugan. Y si te descuidas, quizás tengas que entrenar a los pequeños de Mitsuhide en un futuro.

El otrora Shireikan asintió con una reverencia. Su vida había sido luchar por honor. Y este le había llegado a lo largo de todo su transcurso.

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Sousuke metió sus manos en esos pergaminos. En los años de paz que llevaba viviendo en Cheng, se había convertido en un verdadero repositorio de conocimiento arcano. Sabía que solo Sora podía rivalizar con su capacidad mística, y quizás el Ministro de la Magia de los Huang Ma Pen, puesto que el deseaba para él mismo. Quizás debería realizar algún viaje a la capital Fénix, para aprovisionarse de pergaminos con los cuales empezar una movida política. O llamar a su viejo amigo Shun.

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Vamos pequeño, esfuerzate un poco más.
El chico daba cabriolas y a cada acrobacia la remataba con un golpe que desgarraba el aire. Ryuichi lo contemplaba contento. Su hijo había fallado, pero su nieto no lo haría. Ahora, él sería el maestro.
Cuando el entrenamiento concluyó, ambos volvieron para la casa. Las pequeñas de Taiga abrazaron al chico. Una de ellas ya estaba en edad de casarse, y cuando todo presagiaba que tendría una vida apacible junto a algún bushi Mirumoto, una solicitud formal llegó desde Otosan-Uchi. Uno de los hijos del Emperador Hantei Mitsuhide, bastante menor que la chica, había ofrecido un arreglo de casamiento. Si bien los Grullas protestarían, nadie discutiría la voluntad del Emperador Invencible, del que la leyenda cuenta que recibió en una sola batalla tantas flechas como para derribar a un ejército entero, y salió indemne.
La propuesta, bellamente adornada, remataba con unas extrañas palabras, que nadie, o muy pocos, entendieron:

"Para unir nuevamente la sangre injustamente dividida. Que Amaterasu bendiga con su luz la unión de los verdaderos hijos del Cielo"

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Shirahime cerró los ojos de su esposo. Él no tenía su constitución. Su largo adiós fue insoportable para ella. Dejo libre a su fiel amigo, que la había acompañado desde siempre, y se unió a la nieve... y en ella desapareció.

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Makasuki no había perdido nada de su gracia, cada obra suya era muy popular en Cheng. Y su habilidad con la espada se había vuelto legendaria. Los militares cheng suspiraban por aprender el arte para desenvainar a tal velocidad, pero Makasuki se reservó esos conocimientos para pocas personas: familia, amigos, y algún que otro que hubiera logrado sorprenderlo. Había logrado lejos lo que no había podido conseguir en su tierra. Justa recompensa para el valor que había mostrado a lo largo de toda la campaña.

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El emperador de Cheng los reunió a todos. Estaban Shun, Sora, Xiao, Mugen, Sousuke, Makasuki. Algunos faltaban sí, pero ellos habían sido clave en su gesta. Habían decidido celebrar la primera década de gobierno Huang Ma Pen.
Por suerte, a última hora llegaron Akodo Hinokagizume, Daidoji Akemi y su esposo Moto Iashiro, Jin y Akodo Azai. Faltaban Tachibana y Yukimura, pero ellos dos eran raros, vagaban libres, como si fueran viento puro. Aparecían en algún pueblo como fantasmas, pese a ser soberanos de grandes extensiones. Así vivían felices, decían. Sin inmiscuirse, viendo lo que realmente necesitaban sus siervos.
La reunión fue amena y revivieron toda la campaña. Cada momento, cada chispa de choque de armas, con mucho respeto. Era la única forma de mitigar los malos momentos, poder hablar con gente que realmente había pasado las mismas penurias. La historia siempre recuerda cada gesta como un cúmulo de conquistas y derrotas, de nombres que cambian, pero olvida cada segundo que uno pasa en el campo de batalla, la falta de agua, alimento, las penurias de caminar miles de kilómetros bajo un sol abrasador cargando equipo, de oler a estiércol, a heces de caballo, a sangre.
Toda la guerra dejo miles de muertos regados a lo largo de Cheng. Para algunos fue gloria, para otros gusanos.
No era el momento para recordar eso. Brindaron por los logros obtenidos.

(escribió Draften)

miércoles, 17 de junio de 2009

Carta a Asahina Kenshirou

Hola Papá,

Sé que estuviste muy preocupado por mí y por eso te escribo esta carta. Ya hace algunos días que liberamos esta tierra de la sombra de Daigotsu. No sé cómo te habrán llegado las noticias, quizás hayas creído que estaba muerta, y en un primer momento creí que quizás era lo mejor, pero ya no lo creo. Quiero que sepas que estoy viviendo aquí, en las mismas tierras que hace poco pisaron los onis de Daigotsu, estoy ayudando a terminar de purificar toda esta región, gracias a Shirahime, que me entregó un pergamino que me permite hacer crecer la hierba allí donde solo había desierto y muerte.
Creo que tienes derecho a saber qué pasó y a saber que estoy con vida y tengo una razón para no volver. A pesar de esta guerra de la que nos tocó formar parte, a pesar de saber que podía morir, pude encontrarme con alguien que hizo que me olvidara de todo eso; pero no quiero adelantarme, sé que te gusta mucho leer y disfrutarás de lo que voy a contarte. Quizás ya sepas muchas de las noticias así que voy a remitirme a los últimos momentos de nuestra misión, los más importantes y de los que agradezco haber formado parte.
En el ataque a la posada de Minao conocimos a tres personas, los tres nos ayudaron en esta empresa y gracias a ellos ahora tengo un lugar en donde vivir sin preocuparme por lo que digan los demás.
En Minao, nos pasábamos los días reunidos debatiendo cómo seguir nuestra misión, el comandante Iashiro estaba preocupado, no quería dejar al ejército, pero también sabía que tenía que tomar una decisión, había que seguir camino hacia nuestro objetivo final, y había alguien que podía ayudarnos. Acompañamos a los dos dragones a buscar a Mugen, el hijo de Ryuichi, que controlaba la red de información en la ciudad. Tuvimos una refriega en la posada y salí herida, pero logramos capturarlo. Ryuichi ya no era el mismo después de encontrarse con él.
Los “lanzas amarillas” Zhuo estaban acercándose a la ciudad, cuarenta o cincuenta mil era el número que anunciaban los exploradores. La misión fue clara cuando recibimos el mensaje del emperador, había que proteger Minao. Nuestro comandante Iashiro ya había decidido que un pequeño grupo marcharía hacia la tierra de los señores de la muerte. Fueron horas de debate entre la estrategia de defensa de la ciudad y de cómo íbamos a hacer para salir de allí lo más sigilosamente posible. Así fue como un mago contactó conmigo y trajo a Siao frente a nosotros. Ella nos ofreció su ayuda, era la mujer de Mugen y si le devolvíamos a su marido ellos nos acompañarían a territorio enemigo y nos señalarían el camino, los Huang Ma Pen, también querían librarse de ellos.
Con nosotros vinieron Mugen, Siao y su amigo Jin. En el camino Siao iba tocando el shamisen, fue tarde cuando nos dimos cuenta que así les daba todas las instrucciones a los soldados Zhuo, ellos estaban decididos a tomar Minao para de allí comenzar su cruzada contra los Tigres del Norte y del Sur.
Cuando llegamos al puente había unos veinte soldados Huang Ma Pen que esperaban a su señora. Uno de ellos sostenía a un bebé y se lo entregó en brazos a Siao. Ella se paró frente a Ryuichi y le dijo:
-Este es vuestro nieto, deja vivir a mi esposo y se lo entregaré para que no cometa los mismos errores.
Ella lloraba y Mugen solo agachó la cabeza y se quedó quieto.
-Pero… es mi hijo…- alcanzó a decir.
-Tu mujer así lo ha decidido- le dijo Jin.
Luego de un triste silencio, Ryuichi tomó al bebé en brazos y dijo:
-Acepto el intercambio. Igualmente terminaré la misión y luego me iré a Rokugan.
-No, debes ir ahora, esta ciudad será arrasada. No podrán defenderla- le dijo Siao.
-Nosotros vamos a acabar con los señores de la muerte. Pensé que teníamos el mismo objetivo.
-Iremos nosotros tres, te entrego en custodia a mi hijo.
-Tú te quedarás a cuidarlo. Mugen y yo iremos.
-Tú no entiendes, es mi misión como Huang Ma Pen.
-Vamos viejo, es tu nieto y es mi hijo, y si tomamos esta decisión con todo el dolor del mundo es porque consideramos que vamos a volver a visitarlo… y a patearte el trasero- le dijo su hijo Mugen.
-Te espero en casa- le dijo a su amigo Taiga y él le entregó la última carta para su familia. Taiga fue a avisarle a nuestro comandante que ya sabían todos nuestros movimientos, y nosotros seguimos adelante. Venían con nosotros Shun, Yukimura, Tachibana, Sousuke, Shirahime, Gorogoro y varios acompañantes más. Solo faltaba que se nos unieran Iashiro, Hinokagisume, Makasuki y Taiga para seguir camino.
Cuando Taiga informó al comandante él ordenó la retirada. Volaron el puente noroeste y Hinokagisume cayó en la trampa, muchos de nuestros soldados murieron ese día y el León estaba muy herido cuando se nos unió, gracias a los dioses Asai logró rescatarlo de morir ahogado. Cuando lo trajeron frente a nosotros enseguida me dispuse a curarlo. Asai se volvió hacia la ciudad y le pregunté:
-¿A dónde vas?
-A buscar mi alma.
Minao cayó bajo el poder de los Zhuo y solo era cuestión de tiempo de que junto a Huang Ma Pen decidieran seguir rumbo a la capital Cheng.
Nuestros tres aliados Huang Ma Pen nos acompañaron en la travesía. Fueron varios días de viaje. Supongo que quieres saber de mí y no de los demás, pero me pareció que debía primero contarte algunas cosas que logré aprender en mi viaje.
Asai a pesar de su impetuosidad había salvado a Hinokagisume de una muerte segura, y había perdido su armadura y su espada en el intento. Creo que yo hubiera hecho lo mismo por mis compañeros. Todos habíamos aprendido a ayudarnos los unos a los otros en esos momentos tan difíciles, a pesar de las diferencias o de los clanes a los que perteneciéramos
El viaje hacia tierras enemigas no fue tan largo como pensábamos, y para mí fue más corto, creo que jamás disfruté tanto de un viaje. Te preguntarás por qué, solo continúa leyendo.
La muralla del castillo principal de la capital de los Señores de la Muerte era altísima, entre diez y quince metros de altura lo cubrían. Estaba empotrada en la montaña cruzando un gran cañón de lava. Del otro lado, lo que habría sido un hermoso lago, nos impedía el paso por la retaguardia. Estábamos decidiendo cómo entrar cuando llegó un mensajero. Vimos venir a lo lejos su caballo, el comandante le ofreció agua y él le entregó una carta de Nobunaga. Un ejército Zhuo estaba ingresando por territorio del Tigre del Norte y uno de Huang Ma Pen por el del Tigre del Sur. El emperador iba a salir a combatir de frente. Las malas lenguas decían que Los Tigres luego de vencer se anexarían Rokugan y las tierras Yobanjin.
Ahora era imperioso llegar rápidamente para poder regresar a ayudar a nuestro emperador en la capital Cheng.
-Hay una forma de ir más rápido- dijo Shun y me miró.
-No es que lo haga más veloz- le expliqué al comandante- es una especie de portal, podríamos cruzar el cañón.
Y eso fue lo que hicimos, para entrar en la ciudad nos hice invisibles a todos. Lo que más nos llamó la atención es que allí los humanos parecían convivir en armonía con las otras criaturas de la oscuridad. Entre ellos logramos ver que a algunos les faltaba algún miembro vital o tenían heridas de importancia, no estaban vivos en realidad.
-Cuidado con esos- nos dijo Shirahime- son los perdidos, les han devuelto “la no vida.”
Pero llegamos hasta una puerta donde fue imposible seguir ocultos, una especie de ojo flotante rodeaba a uno de los asuras de Daigotsu. No podíamos engañarlo con los kamis. La respuesta fue rápida, había que entrar de frente y combatir. No teníamos tiempo. Sousuke destruyó el ojo con un ataque de fuego y una combinación de golpes entre Hinokagisume, Iashiro y Makasuki destruyó al asura en menos tiempo del que ellos mismos pensaron.
Nos fuimos adentrando más y más, ya había sonado la alarma y vinieron por nosotros, nuestros aliados fueron cayendo, uno a uno. Jamás olvidaré ese estanque de sangre rodeado por dos escaleras, me alegré de que no fuera allí el escenario de la batalla. Solo quedamos unos pocos cuando llegamos a nuestro destino final, un cuarto con una cúpula que llegaba hasta los treinta metros de altura. No se veía absolutamente nada, todo era oscuridad allí. Makasuki arrojó una antorcha y logramos ver una horrible máscara.
-Dama Siao, me ha traicionado- le dijo Daigotsu.
-No podíamos dejarte gobernarnos, tú eres un rokugani, lo nuestro es una lucha por la libertad.
De repente la estancia se iluminó, junto a Daigotsu cuatro de sus esbirros nos esperaban, un ciego del que se encargó Hinokagisume, un hombre a caballo, contra él fue nuestro comandante Iashiro. Un mago que estaba frente a su señor, que fue mi objetivo. Y una mujer que portaba un arco. Todos a sus órdenes y dispuestos a matarnos, y te puedo asegurar que casi lo lograron. Luchamos con valor, todos, hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance, algunos terminaron muy heridos, incluso Hinokagisume perdió una mano, que gracias al efecto de Shirahime pudo recuperar.
Pero los enemigos que habíamos logrado abatir fueron revividos por el demonio. Creímos que ese era nuestro fin, Daigotsu nos reveló que sería imposible matarlo sin la sangre del emperador, pero escuchamos que el dragón decía:
-Tienen la sangre del emperador, yo soy Hantei Kamui.
Jamás creí que Taiga fuera el emperador, aquel que habían acusado de loco. Fue directamente contra Daigotsu y le clavó sus katanas por al espalda, clavándose el mismo junto a él. La sangre del emperador fluía ahora en él y el golpe de jade que le propiné lo dejó muy malherido. Shirahime le arrojó un golpe congelante y Hinokagisume le dio el golpe final, aquel que lo desintegró en mil pedazos. La máscara se partió en dos y Iashiro se quedó con una de las partes, Hinokagisume con la otra.
Pudimos haber muerto ese día, pero no lo hicimos, gracias al emperador habíamos logrado vencer.
-Mi nombre es Mirumoto Taiga, no lo olviden- nos dijo.
Sé que puedo contarte esto porque va a estar a salvo en tus manos, también sé que esta carta va a llegar a destino, porque el encargado de entregarla es el mejor en la materia. Confío en ti, más que en cualquier otra persona de Rokugan y sé que sabrás guardar el secreto.
Aprendí muchas cosas en este viaje, pero la primera y principal lección que aprendí es que se puede ser feliz a pesar de las circunstancias, de hecho esos días de viaje hacia la capital de la tierra de los señores de la muerte fueron los más felices de mi vida. Aprendí que amar es lo más importante, más importante que las guerras y odios entre familias. Sé que si hubiera vuelto a Rokugan toda mi felicidad de esos días se hubiera terminado. Amo a Shun y sé que vas a entenderlo, jamás amé a otro hombre como lo amo a él, y sé que él también me ama, no necesito más que eso para ser feliz, aunque te puedo asegurar que tengo mucho más de lo que deseé. Cuando abrí el portal para enviar al comandante y a los demás de vuelta a Minao no pensé que Shun iba a decirles:
-Adiós comandante, nosotros vamos a quedarnos- detrás nuestro también se habían quedado Yukimura, Tachibana y Sousuke. Creo que Iashiro comprendió y no dijo nada. Shun y yo habíamos estado juntos todo el viaje y ninguno se molestó en ocultar lo que sentía, al igual que Yukimura y Tachibana. Aún no sé por qué se quedó Sousuke, creo que le interesa la forma de “magia” que utilizan aquí y se quedó para aprenderla.
Cuando estábamos afuera observando cómo el césped que rodeaba el castillo volvía a crecer y la lava de los fosos volvía a ser agua, llegó un mensajero. En el pergamino que entregó a Shun decía que nos entregaban a nosotros las tierras que habíamos logrado librar de los señores de la muerte, ahora era un territorio libre anexado a Huang Ma Pen. Shun había negociado para que así fuera.
-¿Cómo quieren llamar a nuestra ciudad? hay que ponerle un nombre- dijo Shun.
-Yo también quiero decidir…
-Vos no peleaste, vos no podés decidir…
Yo sonreí, casi al instante se me ocurrió el nombre que actualmente lleva nuestra ciudad “La Ciudad del Sol”. Enviamos veinte mil hombres a socorrer a Iashiro, estábamos seguros de que él lograría rescatar a nuestro emperador de la trampa en la que lo habían metido. Aún no sé como hizo Shun para reunirlos en tan poco tiempo.
Es verdad que son tierras extrañas, pero aprendí a conocerlas, ahora me tratan como a una reina, y Shun está conmigo, no puedo pedir nada más. Es verdad, como siempre me dijiste “El adivino no puede adivinar su propio futuro” porque yo jamás imaginé esto para mí, jamás creí ser digna de ello.
Gracias papá, siempre me diste esperanzas, siempre me dijiste que yo podía tener algo más, que si bien me habían pasado cosas horribles yo también podía soñar, y lo que me dijiste fue cierto. Gracias.
Algún día de estos iré a visitarte a casa, los extraño, a mamá, a mis hermanos y a ti. Espérame, no tardaré mucho.

Te quiere,

Sora.

La seda con la que se hilan destinos

El lejano trueno advierte del peligro presente
El viaje a la capital de los Shi Tien Yan Wang fue relativamente rápido. Solo se demoraron un par de semanas. Bordear el río fue un buen recurso, si bien estaban expuestos, tenían pesca y agua fresca todos los días. Los cazadores Unicornio traían abundante alimento, pero todo debía ser purificado: la mancha se hacía sentir más y más.
Cada uno de los héroes veía que su cruzada iba llegando a su fin. El maestro Kitsu estaba en un estado de salud grave, algo le había pasado en la batalla de Minao, y no podía ejércitar su arte pese a los cuidados intensivos de Shirahime. Sousuke la ayudaba, pero era cada vez más la intriga que sentían por llegar al final. ¿Qué tesoros se encontrarían en la capital oscura?

El Adivino no puede adivinar su futuro.
Sora en cambio, vivía unos momentos idílicos. Su relación con Shun iba viento en popa y ya no mostraba ni el más mínimo decoro en ocultarlo. No le importaba tampoco. Era respetada, no había ataduras, estaba con el hombre que amaba... Su vida corría riesgo, sí, pero lo aceptaba gustosa. Su decisión de no volver cada día se anidaba más en su cabeza. Al parecer no era la única. Shun pensaba algo similar. Y Yukimura y Utaku también. El amor indudablemente superaba al deber. Quizás no eran grandes samurais, pero sí felices. ¿Acaso se puede pedir otra cosa?

Nada ofende tanto a la ira como la risa.
Makasuki vivía algo parecido, pero en otro sentido. Añoraba la poesía de Rokugan, el duelo, la pasión propia de los rokugani y la belleza del clan Grulla. Pero en Cheng era muy respetado, los locales se mostraban sumamente interesado en su estilo de esgrima y en la armonía que realizaba en el momento de combate, en la fusión de su habilidad con la espada y la danza que practicaba. Cualquier rokugani hubiera identificado la gracia típica de los grulla, pero para los Cheng su arte era realmente bello. No porque ellos no tuvieran estilos similares, que de hecho los tenían, sino porque era exótico.

Trata a todos como si fueses a morir mañana
Hinokagizume pensaba en Azai. El leoncito lo había salvado de la deshonra, había arriesgado su vida por él. Era impulsivo, sí, pero también decidido como pocos. No debía fallarle. No debía desperdiciar esa segunda oportunidad que se lo concedió. Sabía que él había ordenado la carga, creyendo que sus enemigos no tenían noticias de los explosivos del puente, pero la muerte de los soldados pesaba en sus espaldas. Era fracaso y sepukku. Pero no era tiempo para la muerte. La vida del emperador podía correr peligro y necesitaban dar cuenta de los Señores de la Muerte. Este territorio infesto de onis no iba a imponerse sobre su victoria.

Se pone a prueba la amistad a la hora de compartir una carga
Taiga no obstante, extrañaba su tierra, pero entendía el rol de su deber. Ryuichi había logrado su objetivo, de una manera distinta a la que había concebido originalmente. Pero aún así, el monje había dado una gran muestra de benevolencia digna de una frase de Shinsei. Pero ahora su deber era otro: debía velar por el éxito. Él sabía porqué, pero Ryuichi no. Debía ser cauteloso en sus movimientos pero estar listo para dar la vida. Así se lo había dicho el destino. Agradeció que la ida de su amigo le permitió compartir momentos con su vieja amiga Shirahime, con quién habían pensando un largo plan que tristemente no pudieron ejecutar, más por su elevado sentido del honor que por otro motivo.

El hombre valiente no necesita armas.
Las semanas fueron largas. Hubo varias escaramuzas, muy bien repelidas. Habían perdido pocos hombres, pero el tranco se les hizo rápido. Los misteriosos ronins que iban con ellos conocían bien el viaje, e incluso varios hombres habían entablado buenas relaciones. Los partidos de shogi de Jin y Taiga se habían vuelto la comidilla de cada día, y Xiao alegraba las noches con sus melodías, que rememoraban a la tierra que tanto extrañaban pero también llenaban sus corazones. Mugen era un bromista nato, y las bromas sobre toda la parafernalia rokugani robaban sonrisas a todos. Ellos también estaban dispuestos a morir si la necesidad lo demandaba. Pero su plan era más amplio.

La única verdadera prueba de valor es la última.

Los muros de la capital oscura asomaban tras el laberíntico cañón que cortaba la tierra entre ese desierto de arena interminable que eran las Arenas Ardientes y el pobre pasto que se aferraba al suelo luchando por su vida. Los guías habían optado por no cruzar el camino Huang Ma Pen, más como muestra de confianza que otra cosa, porque los rokugani todavía no confiaban del todo en sus "aliados". Así, los últimos días habían sido arduos, con ciertas privaciones, principalmente de alimento. El ánimo había decaído bastante. Pero era el final. O al menos eso querían creer.

Mis errores vienen de mis padres, mis virtudes de mí... ¿Que es esta tontería?
Ryuichi iba cruzando placidamente el territorio del Tigre del Sur. Las noticias que llegaban de la capital cheng no eran buenas. El tremendo ataque Zhuo a Minao había afectado parte del comercio de los tigres, que si bien no dependían del polo comercial, sí recibían grandes dividendos. Además, los Zhuo habían hilvanado un númeroso ejército y marchaban junto a sus aliados rojos de los Huang Ma Pen. El emperador rokugani, Hantei, había acordado salir al cruce de la armada del Pájaro de Fuego, como habían apodado a los estandartes rojos y amarillos de los aliados. Si bien Nobunaga buscaba mantener su posición como conciliador y evitar toda refriega, era el mismo deseo del emperador el que lo había hecho ir al frente. Se iba a exponer a una batalla abierta contra enemigos que habían dado sobradas muestras de capacidad. Y que iban apoyados por una gran legión de criaturas oscuras comandadas por uno de los asuras de los Señores de la Muerte.
Cuando su mente divagaba en estrategias, en el bienestar de Taiga, escuchaba a su nieto llorar. Y su mente volvía al frente.

Si comes veneno, no olvides lamer el plato.
Hantei iba camino a una trampa pergeñada por los Tigres, decían los campesinos. El verdadero objetivo de los Tigres es Rokugan, cederán sus partes en el Oeste, les darán a los Zhuo un país propio, y con el Crisántemo de Plata se anexarán Rokugan. Rokugan para el Tigre del Sur y los Territorios Yobanjin para el del norte. Y luego dirimirán sus diferencias. Eso era lo más escuchado en las bocas de los diplomáticos. Nobunaga jugaba con una sola carta. Y necesitaría a Iashiro para eso.

La duda es el corcel de la derrota.
Iashiro estaba intránquilo. Lleno de dudas por no tener noticias de su esposa. Por el bienestar de su gente. Siempre supo que no tenía como hacer frente a los Zhuo. Si solo hubieran luchado en otro terreno, su confianza hubiera sido otra. Pero en una ciudad de pobres murallas, contra enemigos seriamente preparados, y que, como más tarde supo, estaban previo aviso acerca de la defensa de la ciudad, no hubo chances. Sabía que no había chances antes de la batalla, menos después de la ejecución de ella. ¿Debía seguir con su grupo o volver? A caballo, con pocos alimentos, podría llegar a Minao en pocos días. Ya había visto bien el sendero y era de público conocimiento que es muy raro que un Unicornio se pierda. Podría volver con Akemi. Por un lado, las puertas de la capital oscura estaban ahí, casi al alcance de su mano. Por otro, su amigo el Shogún, su emperador, por el que siempre se había batido con gran arrojo, y su esposa, la madre de sus hijos, la mujer que lo había aceptado por lo que era más allá de su imagen. Se sorprendió al ver el mensajero venir, pero su sorpresa fue aún mayor cuando supo que traía una carta de Nobunaga para él...

(escribió Draften)

domingo, 7 de junio de 2009

Fecha 7: 31/05/2009


Gorogoro


Luego de que la mujer se alejó con Jin, Ryuichi cargó a Mugen sobre sus hombros y se marchó de allí, Iashiro fue con él.

*****

La habitación donde habíamos combatido ahora era un reguero de muertos, todo estaba cubierto de sangre. Vimos por la ventana que a lo lejos comenzaban a acercarse muchos puntos de luz. Teníamos que irnos de allí.
El primero en salir fue Makasuki, y a pesar de que intentó hacerse pasar por un extranjero que solo iba allí a beber y a disfrutar de los placeres que brindaban sus bellas mujeres no le creyeron y se lo llevaron prisionero.
-Acá hubo un combate- dijo un guardia.
-El ganador salta a la vista- le respondió su compañero.
-¡¡Él, él tuvo que ver en todo esto!! ¡¡Tú estabas con ellos!!- uno de los hombres que nos había visto llegar, creo que fue el gordo de la entrada, dejó a Makasuki en una situación bastante difícil.
Mientras Taiga se preguntaba como íbamos a salir de allí les dije:
-No hablen, o se romperá el hechizo.
Nos hice invisible a todos, y cuando fui a hacerlo con Shun me di cuenta de que ya no estaba. Ya había hecho lo propio él mismo.
Había que ayudar a Makasuki, y el plan de Shun fue bastante simple: arrojaba una bomba y en el desastre salíamos todos de allí, llevándonos también a Makasuki.
Hinokagisume fue contra el gordo y un golpe de su espada lo dejó muerto sobre el suelo de la posada. Shun arrojó la bomba y todo fue un caos, Sosuke avivaba el fuego mientras Shun me agarraba por la muñeca y todos corríamos hacia la salida.
Cuando llegamos al lugar del campamento Iashiro nos esperaba en la entrada, estaba vestido con un kimono ceremonial, mejor peinado y arreglado de lo que lo había visto nunca. Cincuenta hombres de su guardia lo acompañaban.
-Escóndanse- nos dijo mientras esperaba a la comitiva que nos estaba siguiendo.

*****

-Presumo que estoy muerto- dijo Mugen, y luego escupió en el suelo. Estaba atado de pies y manos, y sangraba.
Ryuichi lo estabilizó.
-Pensé que al irme me ibas a dejar en paz.
-No tenemos nada que hablar vos y yo, por ahora.
-al menos abrís la boca para algo más que comer.

*****

Cuando llegaron los hombres de Minao nuestro comandante habló con ellos, les dijo que sus hombres seguramente estaban borrachos. Se disculpó formalmente y ellos le pidieron un “compensación” para las familias de los muertos.
-Las familias serán recompensadas- dijo Iashiro.
-Enviaremos mañana a nuestro magistrado por el acuerdo económico.
Era una ciudad neutral, todo allí se manejaba con el dinero. Una vez que eso estuvo arreglado, se marcharon.
Yo aproveché para ir a bañarme, estaba cubierta en sangre y me habían herido, así que también utilicé ese tiempo para curar mis heridas.
Luego nos reunimos todos nuevamente con el comandante, que pidió un detalle de la misión. Taiga le relató lo ocurrido, y Ryuichi, que había dejado al prisionero a cargo de uno de los hombres del campamento, dijo que él no estaría dispuesto a hablar.
-No crea nada de lo que él dice- le anunció Taiga.
La reunión iba a continuar en la tienda del prisionero. Parecía que él no se acordaba de ciertas cosas, quizás por eso lo habían dejado con nosotros, quizás le habían borrado algunos recuerdos.
La charla con Mugen fue extraña, el comandante hizo todo lo contrario a lo que le habían dicho, parecía confiar en ese extraño. Igualmente sus palabras eran bastante convincentes. Dijo que los tigres no se iban a aliar nunca, que ellos estaban esperando sus acciones para proseguir. Siao había influido en nuestro shogun lo que nos había llevado a combatir en ese lugar.
-Vuestro shogun… le gusta el dinero al muchacho- agregó.
Y lo que ya todos estábamos esperando por fin salió a la luz. Era evidente que él mismo se había dejado capturar:
-Me dejé capturar por otra razón… queremos hacerles otra propuesta. Nosotros también estamos convencidos de que hay que eliminar a los señores de la muerte.
Akemi lo golpeó y le preguntó:
-¿Cómo lo supo?
-Porque yo también tengo mis informantes.
Y eso fue suficiente para armar un lío, solamente estábamos allí el estado mayor cuando se comentaban esas cosas ¿había un espía dentro de nuestro mismo grupo? Una vez más Iashiro nos reunió a todos los que estuvimos en la reunión y fue directo al grano.
-Bueno, parece que tenemos un espía.
-Quizás lo hayan hecho con un conjuro- dijo sabiamente Sousuke.
-¿Se puede hacer algo así?
-Creo que no se puede hacer- dijo Shirahime- al menos no como nosotros sabemos.
Entonces decidí hablar con los kamis. Les pregunté si había alguien en esos momentos queriendo escuchar nuestra conversación. Ellos me dijeron que no, con esa voz tenue y susurrante. Les pedí por favor que me avisaran si alguien quería escucharnos. Me dijeron que lo harían pero que no olvidara realizar un ritual bajo la lluvia.
“Será hecho” les dije.
Cuando volví a escuchar estaban votando para ver qué hacer con el prisionero, había dos opciones, matarlo o usarlo para que nos guiara en territorio de los señores de la muerte. Ryuichi y Taiga votaban a favor de la primera opción, los demás no estábamos tan seguros.
En ese momento los kamis me avisaron que alguien estaba rompiendo la barrera.
-Comandante, decidan rápido porque están queriendo entrar para escucharnos.
En ese momento escuché la voz de un hombre, dijo ser de la facción Huang Ma Pen y me contactaba porque quería hablar con nosotros. Al menos supimos que no había ningún espía entre nosotros, que ellos habían podido escucharnos anteriormente y por eso sabían nuestros movimientos. Le avisé al comandante y quité la barrera.
El hombre era una especie de “ministro de magia” nos había contactado porque quería negociar la liberación de Mugen. Nos dijo que podía enviar a dos personas para que nos acompañaran, junto a Mugen, a llevarnos hasta tierras de Daigotsu, el líder de los señores de la muerte y señor de las tierras de las sombras en el sur.
“Daigotsu no es inmortal, pero nosotros no tenemos armas para combatir contra él y sus siete asuras” Era cierto, allí no había jade en abundancia para poder hacerle frente, y nosotros habíamos traído, no sé si suficiente, pero bastante.
-Quiero hablar con usted personalmente- dijo Iashiro.
Él envió directamente a su señora, Siao, la mujer ciega, esposa de Mugen. Un sello mágico se dibujó en el suelo y una flor abrió sus pétalos para que nos encontráramos frente a frente a ella.
El plan era simple, iríamos con Siao, Jin y Mugen a territorio de los señores de la muerte, limpiaríamos la cadena de mando y nos iríamos. Sería un grupo pequeño, de no más de cincuenta personas. Llevaríamos a los mejores shugenjas, y a los mejores guerreros.
-Tú te quedarás a cargo del ejército- le dijo Iashiro a su mujer.
Shun en un momento de la conversación le dijo “Akemi-chan” a lo que ella le respondió “Shun-kun” no recuerdo que fue porque vi que Iashiro ponía su mano sobre la katana y yo hacía aparecer en las mías un yari de aire.
-Shun y yo somos primos, él es hijo de una prima mía.
A la cruzada se sumaría Gorogoro, llevaríamos con nosotros a diez Moto liderados por Munehime Moto, ocho shugenjas, dos arqueros avispa, dos daidouji shojinbo, dos Matsu berserker y cuatro escorpiones “especialistas”.
Akemi le pidió a Makasuki que me protegiera, porque ella no iba a ir, el ejército iba a quedar bajo su mando.

*****

Luego de la reunión fui a ver a Shun a su tienda.
-No sabía que eras pariente de Akemi…
-Podrías no haber reaccionado sacando una lanza e intentando matarme…
-Lo de la lanza fue inconsciente…
Él me tomó del mentón y me dijo.
-Sabés que solo te quiero a vos.
Nos besamos. Él sabía que por más que yo reaccionara así ya me tenía totalmente dominada y a sus pies.

*****

Ryuichi fue a hablar con Siao. Ella le dijo que su hijo habló mucho de él, pero que sabía que nunca iba a perdonarle el haber matado a su maestro, y figura importante de su clan.
-La muerte no soluciona nada, solo fertiliza la tierra- le dijo ella.
-Díselo a la familia del maestro, díselo a mi familia- le dijo él.
*****

Mientras Taiga fue a tomar sake con Jin.
-¿Juega shogi?- le preguntó el dragón.
-Sí, ¿empiezo yo?
-Como siempre.
El partido fue muy trabado, mientras conversaban las piezas se movían de un lugar a otro, sin que ninguno tomara una ventaja definitiva sobre el otro. Finalmente Jin ganó la partida.
-Segunda vez que gano. Quizás deberías conseguirte otro jugador, o dos jugadores.
-Si pudiera poner el doble de fichas la partida sería otra cosa.
-Pero seguiría empezando yo.

viernes, 29 de mayo de 2009

Fecha 6: 17/05/2009

Un mes tuvimos de travesía, y aún faltaba mucho para llegar a nuestro objetivo final, la tierra de los señores de la muerte. La ciudad de Minao era nuestra última parada en territorio aliado.
Mina era neutral y punto de confluencia entre cuatro naciones, era un punto donde podíamos descansar. Allí se unían los territorios del tigre del norte, el tigre del sur, Zhuo y Shi tien yan wang.
Era una isla, en medio de un lago, de donde nacían varios ríos de la región. Era la capital comercial de Cheng y cinco grandes puentes eran sus accesos principales.

Ese mes fue uno de los más felices de mi vida, ya no me importaba que me vieran junto a Shun y lo visitaba muy seguido. Él ya no usaba la máscara casi nunca y no le importaba tampoco que nos vieran juntos, allí ya no había nadie que pudiera juzgarnos, ni nadie que pudiera relacionar nuestro pasado de alguna forma. Creo que junto a Tachibana y Yukimura, que se pasaban los días en compañía éramos los más felices del campamento. La cruzada de nuestro emperador solo era un medio que nos daba la posibilidad para estar con la persona que amábamos.

La información que llegaba de Cheng no era muy alentadora. A pesar de la intervención de nuestro emperador las negociaciones estaban tardando demasiado tiempo. Se hablaba que los tres aliados estaban preparando una armada para ir a combatir contra los dos tigres y que ya tenían un emperador para ocupar ese lugar en caso de vencer, su nombre era Ge-Lung, y era hermano de Siao.

Sousuke se encargó de investigar sobre el uso de la pólvora y supo que los que mejor la manejaban eran los Huang Ma Pen. Los señores de la muerte se especializaban en el Maho usando sangre. Eran nigromantes. Se creía que sus gobernantes podían estar asociados con demonios. Como dato extraño pude observar que Shirahime-sama lo trató mucho mejor durante ese mes de viaje.

Ryuichi se reunión con Zuang Zhe, tenía varias preguntas que hacerle:
-¿Cómo supieron que íbamos a movilizarnos?
-Tenemos un buen sistema de información.
Le habló sobre un rokugani, de nombre Mugen, que estaba casado con una mujer ciega de buena posición, su nombre era Siao.
-Ambos son muy buenas personas, ella le asignó el puesto de líder de la inteligencia. Él tiene conexiones con los bajos fondos.
-¿Por qué se unió a nosotros?
-Porque acepto la derrota, y ser vencido ante un ejército superior. No pensábamos que tenían tanta caballería, y la destrucción de nuestros cañones y el depósito de pólvora fue lo que terminó de definir nuestra derrota. No contábamos con que iban a presentar un combate tan abierto y no pudimos concentrar nuestras fuerzas. Lograron desarticular nuestras armas y no pudimos contra el embate de la caballería.
Las siguientes preguntas de Ryuichi se centraron en la familia Huang Ma Pen, en especial en Siao. A lo que el capitán le preguntó por qué estaba tan interesado.
-Uno de ellos logró lo que yo nunca pude.
Ryuichi así consiguió lo que más estaba buscando, la dirección de la célula de información en Minao.

Los Cheng que ahora formaban parte de nuestro ejército se dividieron en dos grupos, los primeros que habíamos reunido en el camino y los que quedaron del ejército de Zuang Zhe. Si en algún momento alguno parecía intentar una revuelta “desaparecía misteriosamente” y su cuerpo, al igual que sus posesiones, nunca era hallado. Yo sabía que el encargado de este trabajo era Shun, pero él no me hablaba de esas cosas.

Hinokagisume y Asai hablaban bastante con Zuang Zhe sobre la estrategia militar de cada facción en Cheng. Así lograron averiguar que Huang Ma Pen utilizaba pocos soldados y muchas armas de fuego, tanto rifleros como mosqueteros poblaban sus filas, además de una nueva incorporación, la artillería a caballo. Su principal estrategia era atraer al enemigo hacia ellos.
Zhuo, sin embargo, utilizaba formaciones clásicas, no utilizaba grandes números y su principal fuerte eran las trampas. Era casi imposible sacarlos del territorio que habían elegido para combatir. Tenían poca fuerza militar, ya que eran pocos los que se presentaban para analizar profundamente el terreno.
El ejército de los señores de la muerte era más numeroso, pero tenían menos entrenamiento militar, no respetaban mucho las formaciones y se decía que onis y nigromantes los acompañaban en combate. Éstos se encargaban de levantar a los muertos, así de repente, uno podía estar combatiendo contra los que habían sido sus propios compañeros.
Los tigres en cambio tenían una buena caballería, tanto arqueros como lanceros y utilizaba formaciones clásicas. El tigre del sur tenía más caballería y el del norte más infantería y arqueros.

Estaba con Shun en su tienda cuando Ryuichi fue a verlo. Le dije que podía retirarme si lo deseaba pero él dijo que no era necesario. Le preguntó a Shun cómo habían sabido con cuántos hombres contábamos, él le dijo que tenían una buena inteligencia, liderada un tal Mugen, un rokugani y Jin Zhuo, su compañero. El monje le sugirió “desinformarlos” y tomar los puntos de información, a lo que Shun estuvo de acuerdo y decidieron hablar con el comandante en la reunión sobre el asunto.
Así lo hicieron, y además Ryuichi agregó que Mugen tenía pedido de captura por nuestro emperador.
La reunión se extendió planificando los siguientes movimientos, una vez cruzando Minao ya estaríamos en territorio hostil. Makasuki opinaba que debíamos entrar por Huang Ma Pen y luego cruzar las montañas, pero Iashiro no estaba tan convencido, ya que de ganar a los tigres el trono sería ocupado por esa familia. Taiga opinaba que entrar por territorio de los señores de la muerte era un suicidio, y yo estaba de acuerdo con él.
Shun dijo que quizás podríamos negociar con Huang Ma Pen y con Zhuo para acabar con los señores de la muerte y luego dejarlos que diriman por el territorio. Taiga pensaba que quizás podríamos negociar con las tres facciones.
Luego de mucho discutir, concluyeron que debíamos capturar a Mugen y tomar la red de información. En cuanto a salir de Minao fue Hinokagisume el que resumió el plan: íbamos a llegar al río con el ejército, plantearíamos un sitio y luego el ejército volvería aduciendo que no podía tomar la fortaleza. En la confusión un pequeño grupo tomaría hacia territorio de los señores de la muerte haciéndose pasar por una caravana de comerciantes.

Esa misma noche nos dirigimos hacia la dirección que había conseguido Ryuichi, para completar la primera parte del plan. Era la segunda vez que me disfrazaba de soldado Cheng. Shun fue a hacer un reconocimiento y cuando volvió nos dirigió hacia una casa iluminada con base de piedra. Era un prostíbulo y dentro se aspiraba aroma a drogas y había mujeres semidesnudas que se acercaron a nosotros en busca de clientes. Shun habló con una de ellas y lo miré muy mal. Subiendo las escaleras un hombre musculoso custodiaba la entrada. Ryuichi dijo que teníamos información para el jefe y él le pidió la contraseña. Ryuichi no la recordaba con exactitud y cuando el guardia iba a dar la alarma no pudo hacerlo, yo había hecho que olvidara los últimos cinco minutos de su vida. Él volvió a preguntar y esta vez Ryuichi respondió correctamente, por lo que nos dejó avanzar.
En la sala vimos a Mugen, sentado frente a un tablero de Go, su contrincante era un hombre vestido con kimono azul, presuntamente su compañero Jin. Cuando Mugen vio al monje lo reconoció como su padre y se aprestaron a combatir. Taiga iba a combatir contra Jin “Deja al padre solucionar el asunto con su hijo” le dijo.
Los demás combatimos contra sus ayudantes, eran demasiados y Makasuki cayó con el primer golpe. Las cosas no estaban yendo bien. Todo fue muy rápido y poco a poco fuimos derrotándolos uno a uno pero Mugen y Jin saltaron por la ventana.
Estábamos heridos pero aún así Ryuichi saltó a buscar a su hijo. Abajo nuestro comandante había dado cuenta de ellos. Mugen y Jin estaban en el suelo cuando de la nada apareció una mujer ciega que le dijo:
-Puedes llevártelo si prometes que lo dejarás vivo.
-Lo prometo.
La mujer se llevó a Jin y se perdió en la noche.

lunes, 18 de mayo de 2009

Fecha 5: 03/05/2009

Las negociaciones solo quedaron en el campo de las ideas, porque estaba batalla iba a dirimirse en otros aspectos. Cuando Shun llegó con las novedades de que ellos nos estaban esperando y apuntarían contra nosotros su artillería no hubo más posibilidad para el diálogo. Sabía que Hinokagisume, Makasuki y Iashiro habían estado horas debatiendo sobre el mejor curso de acción y toda posible contingencia. Como yo no servía para eso decidí esperar la reunión del día siguiente en donde supuse me asignarían una posición. No sabía nada de Taiga y Ryuichi, quizás el comandante les hubiera asignado alguna misión.
Ya había oscurecido cuando Shun entró a mi tienda y me contó las novedades, lo escuché pero eso era algo que a mí poco me importaba. Fue bastante escueto en sus palabras, era evidente que no había ido allí para contarme sobre estrategia militar. Creo que ya a ninguno de los dos nos importaba lo que pudiera o no sospechar nadie y nuestros cuerpos volvieron a amarse dentro de una tienda de campaña, a pocas horas de la batalla.
-Tenemos una misión que cumplir- me dijo.
Yo me temía que había algo más y que nuevamente iban a enviarnos a realizar una misión suicida, suspiré.
-¿Qué tenemos que hacer?
-Vamos a introducirnos en el campamento enemigo, iremos disfrazados de soldados Cheng y neutralizaremos la artillería.
No me equivocaba, íbamos a utilizar una vez más la estrategia que había sido tan útil en la batalla de la Posta de las Tres Fortalezas. Sabía que era muy peligroso, pero si estaba con él eso no era relevante, al menos podía ser útil en algo.
-¿Quiénes iremos?
-El tensai, tú y yo. Nos vamos a infiltrar como soldados Cheng. Supongo que si sobreviste estos dos años es porque sabés mentir.
-Tuve que aprender ¿Lo sabe el comandante?
-Sí.
-¿Y Shirahime?
-No- dijo terminante y me hizo un gesto que significaba que ella estaba totalmente loca.
-Igualmente no sería fácil disfrazarla de soldado Cheng… ¿Cuándo partimos?
-Lo antes posible.
Y realmente todo fue muy rápido, fuimos a buscar a Sousuke que no parecía dispuesto a abandonar a su maestra, acompañante, o lo que fuera.
-¿Y Shirahime-sama?
-No, ella no va a venir, solo iremos nosotros, y no digas una palabra- le dijo Shun.
Llevamos a Sousuke muy en contra de su voluntad, pero sabía que él haría todo lo posible para que la misión fuera un éxito, y la realidad era que lo necesitábamos. Cabalgamos hasta el campamento enemigo, con nosotros venían seis soldados Cheng de los que habíamos reclutado en el camino y un anciano shugenja unicornio. Cuando llegamos al campamento unos soldados nos interrumpieron la marcha.
-Alto ¿quiénes son ustedes?
-Logramos escaparnos de esos malditos Rokuganis, tenemos información valiosa sobre su campamento- mintió Shun.
-¿Quién es usted? ¿Cómo es su nombre?
Shun les dijo un nombre que no recuerdo pero se lo veía bastante nervioso.
-¿De dónde viene?
Él nombró una ciudad del mapa de Cheng, si seguían preguntando cosas iban a descubrirnos y sería el fin de todo, pero no fue así. Lo primero que querían saber era quién de nosotros iría a hablar con el comandante. El shugenja unicornio se ofreció a informarles, mientras tanto nosotros fuimos conducidos por los guardias. Shun les hablaba para distraerlos mientras Sousuke y yo buscábamos el momento propicio para separarnos.
-¡Eh! ¡Alto!- escuchamos que nos gritaron cuando nos fugábamos de su vista.
-Déjenlos, ellos se aman- dijo Shun.
Tanto Sousuke como yo estábamos vestidos de hombres y el guardia hizo un gesto de asco.
-Yo no te amo- me dijo Sousuke cuando estuvimos fuera de su alcance.
-No te preocupes, yo tampoco- le aseguré.
Buscamos por todo el campamento algo que se pareciera a esos cañones que nombraban tanto y los encontramos en una de las tiendas. Había ánforas selladas que dentro tenían carbones encendidos. Cerca de ellas encontramos unos enormes cilindros de metal.
-¿Serán estos?- le dije a Sousuke.
-Supongo que sí…
-¿Y cómo los vamos a destruir?
Esa era una buena pregunta, ninguno de los dos tenía ni idea de cómo hacerlo.
-Podríamos intentar transportarlos...- pero eran demasiado pesados, un caballo no los soportaría y no podíamos arriesgarnos a una maniobra así, había que destruirlos.
En ese momento Sousuke sintió el frío de un acero rozando su cuello y el terror se apoderó de su ser. Yo miré por sobre sus hombros y suspiré aliviada, era Shun.
-Deberías ser más cuidadoso- le dijo Shun sonriendo.
-¡Estúpido!- le dijo él, el odio que asomó a su mirada era evidente.
Teníamos que actuar rápido y ya sabíamos donde se encontraban las armas que iban a usar contra nosotros en la batalla. Había algunos guardias y Shun me dijo que los distrajera. Supuse que se iba a encargar de los demás mientras tanto. Me acerqué a uno de los guardias y le dije que había soldados que no conocía rondando por el depósito de armas. Él se sorprendió, pero no llegó a responder, Shun le había cortado el cuello. Antes de que dieran la voz de alarma subimos a nuestros caballos y Shun le pidió a Sousuke que arrojara un rayo de fuego a la tienda donde habíamos estado.
La explosión fue terrible, y un viento convocado por mí ayudó a avivar el fuego, eso los iba a tener entretenidos durante un buen rato. Cabalgamos hacia la salida, allí nos esperaba el shugenja unicornio. Shun disparaba flechas una y otra vez mientras Sousuke y yo usábamos nuestros hechizos para detenerles el avance. Logramos escapar, por muy poco.
Cuando llegamos al campamento Shun informó en la reunión que la misión había sido un éxito, aún no se terminaban de definir ciertos detalles pero yo sabía que ellos tenía que saber algo más.
-Debería informarle que saben ellos de nosotros.
-¿Qué?- se sorprendió Iashiro.
-El shugenja unicornio habló con su líder- les dije.
-¿Qué saben de nosotros?- le preguntó Iashiro a Shun.
-Tuvimos que darles cierta información para poder realizar la misión…- Shun me miraba fijamente, pero yo no iba a dejar que por nuestra misión murieran inocentes- Saben con cuantas tropas contamos.
-¿Y la novedad?- dijo Hinokagisume.
Igualmente al comandante no pareció importarle eso, estaba más preocupado por la batalla que tendríamos al día siguiente. El avance sería por la mañana, momento del día en el que ellos tendrían el sol de frente. Asai había sugerido que las tropas descansaran bien esa noche.
El comandante dibujó sobre el mapa la posición de las tropas, iban a formarse en posición de medialuna y así avanzarían. Los arqueros a ambos lados, yo iría del lado derecho, junto a Shun, al que habían asignado como mi protector. Makasuki iría al frente de una de las unidades de infantería, al igual que Hinokagisume. La caballería iba a intentar rodearlos. Unos trescientos hombres fueron enviados por el comandante varias horas antes para que pudieran llegar a la batalla por detrás. Estaban al mando de Kazak Moto.
El sol salió y la arenga a las tropas por parte de Hinokagisume, ya un héroe entre los soldados, no se hizo esperar; luego el comandante dijo las últimas palabras dando ánimo a sus hombres, pero se notaba que eso no era lo suyo. Todos tomamos nuestras posiciones y comenzamos el avance hacia el ejército enemigo de Chengs que se habían aliado para detenernos. No era lo que Iashiro esperaba, no era momento de combatir todavía, estábamos aún a mucha distancia de nuestro objetivo real y no quería perder tropas. Pero su deseo no se vio concedido.
Nuestro avance fue demasiado rápido y las primeras filas de Hinokagisume fueron arrasadas al igual que el contingente a las órdenes de Akemi. Los shugenjas estábamos demasiado lejos del rango como para poder hacer algo, en la refriega quedamos atrás con los arqueros. La lluvia de flechas inundó el campo de muertos. Pero nuestra victoria llegaría con la caballería que se abrió paso por detrás. Iashiro y Tachibana comandaban las líneas, y cuando llegaron los refuerzos al mando de Kazak, el campamento Cheng era una total confusión. Solo quedaban cuatro cañones de los diez que había inicialmente pero ninguno de ellos disparó contra nosotros, nuestra misión había sido un éxito.
Ganamos esa batalla, pero muchas vidas de valientes guerreros se perdieron, el comandante decía que la culpa era de él, pero no había culpables, solo muertos.
El comandante llamó al líder, su nombre era Suang Zhe. Él junto a dos mil novecientos Cheng se encontraban en nuestro campamento, prisioneros y vigilados de cerca por nuestros hombres. Iashiro le dijo que nosotros no estábamos allí para invadir Cheng, que él podía o no unirse a nuestro ejército. El prisionero le dio información sobre los señores de la muerte con los que no parecía estar de acuerdo, dijo que combatiría con nosotros y nos sería fiel, siempre y cuando no atacáramos a los Huang Ma Pen. El comandante no podía darse el lujo de dejar soldados atrás cuando los necesitaba adelante, pero la sombra de una traición entre sus filas iba a seguirlo también. No había forma de saber si podíamos confiar en ellos o no.
La batalla concluyó dejando solamente varias bajas para ambos ejércitos, Iashiro estaba muy mal, se habían perdido valiosas vidas en esa batalla, casi todos unicornio. Akemi era la que estaba más herida, todo su escuadrón había sido diezmado. Ella misma se encargó de levantar los cuerpos ensuciando sus manos, quise ayudarla pero no me dejó. “A este lo conocía desde que era chico” “Con éste estuvimos combatiendo codo a codo” decía mientras lo hacía. No parecía querer ayuda de nadie aún así le dije “Piensa que al menos el hombre que amas está con vida”. Yukimura me dijo que era mejor dejarla sola y así lo hice, esa batalla inútil se había llevado muchas vidas, pero muchas de las que quedaban en este mundo iban a llorarlas.
Hinokagisume dio el discurso felicitando a las tropas, pero Iashiro y él sabían muy bien que esa no había sido una victoria. Makasuki realizó una danza en honor a los caídos y todos lo observaron, ya era un héroe, su espada se había lucido en el campo de batalla, pero ahora él se lucía en un arte que manejaba tan bien como el acero.
Odiaba no haber podido hacer nada, ayudé a Shirahime a atender a los heridos y confeccioné adornos con flores para los caídos en combate, las piras llevaban hasta el cielo las almas de los que hacía pocas horas habían sido nuestros compañeros. Akemi no lloró frente a los soldados y ella misma los arrojó a las flamas, pero sabía que cuando estuviera sola sus ojos no dejarían de derramar lágrimas.

*****

Luego de los funerales fui a descansar a mi tienda, y comencé a preguntarme muchas cosas, pero la principal y la que no me dejaba conciliar el sueño era una sola: ¿Por qué el seguía en este lugar? ¿Por qué hacía todo esto? Decidí que iba a hablar con él, era la única forma de quedarme tranquila.
Él estaba impartiendo órdenes a los nuevos reclutas Cheng que nos habían acompañado en la última misión al campamento. Esperé hasta que estuvo solo y me acerqué, no sabía si eso iba a hacerlo enfadar, no me gustaba molestarlo, pero me arriesgué.
-Que pasa- me dijo fríamente mientras continuaba mirando al frente.
-Quiero hacerte algunas preguntas, sino te molesta…
-¿Tiene que ser ahora?
No entendía que le pasaba, quizás ya se imaginaba de lo que quería hablarle. Pensé que quizás ese no era el momento propicio así que solo le pregunté:
-¿Dónde nos podemos ver?
-Tampoco estoy tan ocupado- escuché su risa detrás de la máscara y sonreí, a él le gustaba mucho jugar ese tipo de bromas.
-¿Son los mismos soldados que nos acompañaron?
-Así es, estaba batalla se ganó gracias a nosotros aunque no quiera reconocerlo.
-Y gracias a la estrategia del comandante, además quedaban cuatro cañones todavía.
-Sí, él es muy competente, pero nosotros destruimos sus cañones. Podrían haberlos disparado contra la infantería y no lo hicieron, eso significa que estaban inutilizados.
No lo había pensado, igualmente ya no importaba eso ahora.
-¿Qué puedo hacer por vos princesa?
Hacía dos años que no lo escuchaba llamarme así y ese solo hecho me produjo una alegría que hacía mucho tiempo no sentía. Alrededor no parecía haber nadie escuchando, igualmente sabía que él no hablaría de no poder hacerlo.
-¿Por qué hacés esto? ¿Por qué estás acá?
Sus ojos me miraron fijamente a través de la máscara de oni, él se acercó y yo retrocedí, no me gustaba verlo con ella.
-No sabía que eras tan ciega ¿acaso no es obvio?
-¿Qué es lo que no puedo ver?- le pregunté, sabía qué iba a responder pero quería que me lo dijera él mismo, no quería conjeturas, quería la verdad de sus labios.
-¿Querés saberlo? Sí, lo hago por ti, pero también por mí, para redimirme, para demostrarle a mi padre que soy alguien que puede valerse por sí mismo, y que no soy el segundo como siempre me trató. Le voy a demostrar que puedo ser un héroe en esta guerra.
-¿Y por eso vas a morir?- no podía dejar de pensar que en la misión anterior había terminado muy malherido. Si había algo que no quería era que él se arriesgara por mi culpa.
-No voy a morir, además esto es mejor que seguir la vida miserable que empecé hace dos años…
No habíamos hablado de ese día, no era algo que quisiera recordar. Todo lo que había pasado y lo que él había vivido después era por mi causa.
-¿Qué te pasó?- tenía miedo de la respuesta pero igualmente formulé la pregunta sin vacilar.
-Hace dos años perdí mi alma.
-Para mí no perdiste tu alma.
-Pero vos sos mi chica. Después de lo que pasó me encerraron en casa. Un sirviente escapó y testificó en mi contra.
Jamás había sabido de eso, me quedé callada un momento y luego le pregunté:
-¿Quién fue?
-Ahora él ya está muerto, al igual que el investigador. Mi padre me obligó a recluirme, supo que era un asesino y no quería ensuciar el nombre de la familia. El hijo del Daymio un asesino… no podía permitir que algo así saliera a la luz.
-Mi vida no fue mucho mejor.
-Al menos a vos no te obligaron a permanecer encerrada. Voy a ser un héroe en esta guerra, y mi padre tendrá que reconocerlo.
-Tratá de no morir.
-Te dije que no voy a morir princesa.
-Yo no soy ninguna princesa.
-Sí que los sos, sos mi princesa.
Su mirada de deseo penetró mis defensas, era esa misma mirada la que hizo que me rindiera a sus pies, en ese momento cambió el tono de su voz y me dijo:
-Muy bien señorita Asahina ¿la puedo ayudar en algo más?
Un guardia se acercaba, sabía que la conversación había terminado. Noté que todo el tiempo había estado midiendo las distancias de todos ellos.
-No, muchas gracias- le dije y le hice una reverencia. Di media vuelta y me marché, reprimiendo mi deseo de abrazarlo y besarlo por lo que me había dicho, pero ya habría tiempo para eso, porque yo tampoco tenía pensado morir.