lunes, 13 de abril de 2009

Fecha 2: 12/04/2009

Shirahime

Nuestro comandante nos informó que íbamos a estar unos días en la ciudad hasta que estuviera todo listo para la partida. Una semana fue el tiempo estipulado. Taiga y Ryuichi fueron los primeros en dejar la sala de reuniones.

Makasuki fue a la casa del clan de la Grulla en la ciudad, allí pasaría los días acordados. Lo saludaron y le preguntaron cuántos días planeaba quedarse allí. Él les informó el plazo.
-Quizás esté interesado en ir a la ciudad, un maestro de armas muy famoso, Usaku Kakita, hará una demostración de Iaijutsu.
Le dijeron que además de la demostración daría un duelo a “primera sangre”.
Makasuki no iba a dejar pasar la oportunidad y salió a buscar a este famoso maestro. Llegó a un patio cubierto por piedras blancas y en el centro de la gente que se agrupaba para verlo, lo vio rodeado por cinco guerreros que lo iban a asistir.
Los cinco lo atacaron al mismo tiempo pero él desenvainó tan rápido que golpeó a dos y ya estaba en guardia para luchar contra los otros tres. La gente aplaudió emocionada. Luego de la demostración invitó a quien quisiera participar del duelo, pero Makasuki decidió que no sería ese día el que iba a aceptar, primero iba a estudiarlo. Pero el maestro pareció reconocerlo y lo miró con la expresión que él ya estaba acostumbrado a recibir, después de todo era la oveja negra de la familia.

Cuando la reunión terminó salí de la sala y empecé a caminar por la ciudad, sabía que no iba a encontrarlo si él no lo deseaba pero aún así seguí mi instinto, iba a caminar hasta cansarme. Caminé bastante tiempo hasta que llegué a los barrios bajos de la ciudad, decidí que mejor iba a retroceder, no era bueno que estuviera caminando sola por ahí. Cuando retrocedí alguien me tomó de la mano y me introdujo en uno de los callejones. El desconocido comenzó a besarme el cuello, y no conforme, me acarició por debajo del kimono. Estaba segura que era él, pero saqué el wakizashi y le apunté al rostro.
-¿Me extrañaste?- fue lo primero que me dijo.
-Lo mismo que vos me extrañaste a mí.
-Tengo un lugar tranquilo al que podríamos ir…
-¿Y qué estás esperando para llevarme ahí?
El lugar estaba lleno de olor a droga, pero era cómodo, la habitación estaba rodeada de almohadones acolchando el suelo.
-Es el destino…- dijo mientras se desvestía.
Pensé “No es el destino”, estaba segura que él sabía que yo estaría en ese lugar. Pero eso no importaba y me dejé llevar como hacía dos años atrás. Yo no podía resistirme a los deseos de ese escorpión, ni a los míos propios.
Estuvimos un largo rato juntos hasta que caí dormida por el efecto de las drogas. Cuando me desperté, ya no estaba conmigo.

Sousuke comenzó a mover hilos para adelantarse a la situación, mandó asistentes a que le trajeran información sobre los shugenjas con los que contarían en su ala y los que irían en las otras dos. Shirahime se lo había pedido, obviamente, y él no iba a desobedecerla por nada del mundo. Le entregó unas monedas al asistente, él le agradeció y fue a realizar su tarea. Mientras tanto Sousuke preparó unos poemas para regalarles a los líderes del clan Unicornio, Mantis y Kitsune. Se preguntó cuál sería la misión de estos últimos, era extraño que ellos tomaran parte en esa misión…
Una vez que tuvo la información fue a ver a Shirahime.
-¿Qué tienes?- le preguntó ella fríamente.
-La cantidad de shugenjas que nos acompañan, las familias…
Ella le sacó el papel sin que él terminara de explicar. Lo leyó cuidadosamente y luego le dijo:
-Muy buen trabajo, tienes el día libre.
Decidió que si iban a enfrentarse con las criaturas de las tierras sombrías era mejor que utilizara ese tiempo libre para ir a la casa del clan Cangrejo a solicitar lo que pudieran ofrecerle de jade. Lo atendió una mujer que ya tenía el regalo de su señor preparado:
-Regalo de Hida Kao para Moto Iashirou y su gente.
Le entregó una caja, adentro había fragmentos de jade, unos setenta amuletos y una esfera de un cristal kuni. Él sabía que eso sería de mucha utilidad contra las criaturas de las tierras sombrías.

A la noche nos volvimos a reunir todos con nuestro comandante, que había estado trabajando todo ese día con Akodo Hinokagizume en la estrategia, o lo que podía planear con la poca información que tenían hasta el momento. Los únicos que conocían el territorio de Cheng eran los Unicornios, que no se alejaron demasiado de las rutas comerciales. Las historias hablaban de los siete truenos y de sus proezas pero no hablaban de a qué se habían enfrentado.
Nuestro comandante dijo que nos adentraríamos primero en territorio del Tigre del Sur, uno de los dos hermanos que se disputaban el derecho al trono. Un poco más al norte se encontraba el otro Tigre. Todo el resto del enorme territorio pertenecía a los nobles que formaban la “Alianza de los Tres”. Por primera vez vi el mapa de esa zona.
-¿Y qué pasaría si aparecen las criaturas de las tierras sombrías? ¿No deberíamos armar un grupo?- opiné.
-El problema es que no tenemos suficientes shugenjas.
Y tenía razón, éramos muy pocos, deberíamos dividirnos en el momento preciso. Vi que Sousuke le entregaba una caja al comandante. Él la abrió, dentro había amuletos de jade y un gran cristal kuni.
-Tomen uno para cada uno- nos dijo.
En ese momento Shun entró a la habitación y dejó unos documentos sobre la mesa.
-No los conseguí de la forma amable…
Pero nuestro comandante no parecía tener problemas en cómo conseguía la información. Leyó el documento para todos. Decía que los tres grandes duques se habían declarado independientes de Cheng. Los Tigres no lo habían aceptado y declararon la guerra, ya habían empezado a enviar tropas para recuperar el territorio.
La “Alianza de los Tres” se componía de tres grupos:
El primero “Shi tien ein wang” (los señores de la muerte), el segundo “Huang” y el tercero “Zhuo”. A su vez era claro que los dos hermanos estaban peleando entre sí y ninguna de las tres facciones lograba sacarse clara ventaja sobre las demás. Las regiones estaban bien demarcadas y esperaban ver si los Tigres se aliarían o no, aunque eso no parecía ser posible.
-Podríamos hacer que solo quede un tigre...- dijo Shun.
-Manejaba esa opción… ¿Cómo ves la situación?- le preguntó el comandante a su esposa.
-La situación es una gran incógnita, tendremos que estar expectantes, estamos cegados a lo que es el enemigo.
Mientras se llevaba a cabo la reunión vi como Utaku Tachibana tenía los ojos puestos en los escorpiones, me pregunté a cuál de ellos dos estaría observando tan insistentemente…

La reunión había terminado y el comandante se llevó a los dos escorpiones con él.
-Como en los viejos tiempos, Yukimura.
-Vos sabés que ya dejé todo esto.
-Nunca lo vas a dejar.
-Conseguime lo que te pedí y hecho.
-Consideralo solo un trámite.
Yukimura se fue molesto, estaba más que claro que no le gustaba la tarea que le habían asignado.

Esa semana me reuní con Sousuke y con la Dama Blanca, ella me dijo que harían un grupo para una “misión suicida” si llegaba a aparecer un foco de las tierras sombrías haríamos un ritual para purificarlo. Yo estuve de acuerdo. Sousuke me dijo que él hablaría con el clan Unicornio y con el Kitsune, que yo me encargara de informar al clan Mantis, y a nuestro comandante. Así lo hice.
Además Sousuke me informó sobre los shugenjas con que contábamos e intentamos organizarlos lo mejor que pudimos. La realidad es que como había dicho el comandante, éramos muy pocos.
Un día vi a Makasuki, estaba entre los presentes a la presentación del maestro Usaku Kakita y decidí ir a observar, también estaba Sousuke que se nos unió. Entre los presentes también estaban nuestro comandante y el León Akodo. Y cuando finalizó la demostración, Makasuki al fin aceptó el duelo.
Ambos se pusieron en guardia, las espadas listas para atacar velozmente a su oponente. Makasuki lo observaba cuidadosamente, quería ver sus movimientos antes de atacar. El maestro también lo observó, y luego lo atacó primero, Makasuki desvió el golpe pero vio como una gota de sangre resbalaba sobre su hombro. Había perdido.
-Es muy buena su técnica- le dijo el maestro.
-No tan buena.
-Quizás solo debería aceitar más la funda, para desenfundar más rápido.
Él creía realmente que Makasuki podría haberlo vencido de atacarlo primero. Le acercó un presente y como lo indicaba la cortesía Makasuki lo rechazó dos veces, a la tercera lo aceptó, era una máscara de teatro kabuki. Quizás esta oveja negra podría hacerse valer después de todo…

Hinokagizume aprovechó esos días para alistar a las tropas. Ellos comían cuando él lo hacía, dormían cuando él lo hacía. Como el comandante había dejado a Daidouji Akemi como segunda al mando, él pudo concentrarse en lo que le gustaba, lo básico, lo que haría que ganaran la guerra. Los soldados lo respetaban y hacían lo que él les pedía, los hizo desarmar el campamento una y otra vez hasta que lo hicieron rápido y bien.
Antes de marchar se despidió de su mujer, no la amaba pero tampoco tenía problemas con ella, había sido un matrimonio arreglado, pero se llevaban bien. También fue a ver a su padre, si bien no tenían una relación estrecha, fue a despedirse.
-Enorgulléceme- le dijo su padre y le entregó una caja, dentro estaba su daisho. Le estaba entregando a su hijo su propia alma.
-Lo llevaré con honor.

Sousuke fue a hablar con los líderes del clan Unicornio y Kitsune. La primera visita se llevó sin problemas y con todo el protocolo necesario. Él hombre que lo había recibido escribió una orden para que algunos shugenjas de su clan se unieran a la misión de Shirahime. En su visita al clan Kitsune notó que había mucho movimiento, como si se estuvieran mudando o preparando para algo… lo dejaron esperando en un patio interno que simulaba un pequeño bosque. La mujer que lo atendió era muy extraña…
-¿Sí?- era una mujer muy joven, su cabello de color rojo, y dijo ser la líder del clan.
Él le hizo una reverencia y se presentó:
-Isawa Sousuke, he solicitado una reunión…
-Kitsune Susue ¿en que lo puedo ayudar?
Sousuke le mostró el papel con los nombres de los shugenjas que le había traído su informante.
-Acá estoy yo- dijo ella señalando su propio nombre escrito. Él sonrió.
-Sí… si usted está de acuerdo los nombres marcados serán una unidad medicante.
-Pero a mí me asignaron a la unidad de Nobunaga… ¿No estará confundido?
-Según me informaron ésta es la lista de los que integrarán el ala de Moto Iashiro.
-Me parece que no, pero si usted quiere nuestra ayuda se puede arreglar.
Sousuke se quedó mirando el papel. Había habido un error allí se encontraban los nombres de todos los shugenjas de todas las alas. El solo pensar que iba a tener que decirle esto a Shirahime le helaba la sangre.

Camino a mi reunión con la mujer Mantis había recibido un mensaje, mientras caminaba por la calle un cuchillo pasó frente a mí, casi rozándome el rostro y se clavó en la pared a mi lado. Tenía un mensaje. Desprendí el cuchillo y lo guardé. Había escrito un lugar y una hora para el encuentro. Miré hacia la dirección de la que provino pero no vi a nadie. Cuando llegó la hora acordada me dirigí hacia allí.
Shun estaba sentado tomando sake y me ofreció un poco.
-¿La próxima vez podés usar otro método?- le dije mientras le extendía el cuchillo. Él lo tomó y lo arrojó a la pared, el cuchillo se clavó allí y fue testigo. Me hizo señas para que me acercara y lo hice. Tomé el sake que me ofrecía, me arrojé a sus brazos y lo besé.
-¿Y qué estuviste haciendo estos dos años?- me preguntó.
-Nada… volví a vivir con mis padres.
-Volviste al nido.
-No tenía otro lugar a donde ir.
-¿No volviste a casarte? Eres una viudita apetecible.
Sonreí.
-Mi padre no opinaría lo mismo ¿y vos?
-Yo… ya lo sabes, mujerzuelas… sake.
No me sorprendí de que me dijera eso, y tampoco me importaba demasiado.
-Pero… vos estabas casado.
-Sí, con mi aburrida esposa. Ella murió en un accidente, se cayó del caballo.
Lo miré preguntándome si realmente había sido un accidente, pero no parecía estar mintiendo.
-¿No te enteraste? Soy viudo.
-No, no me enteré.
Él me besó y me dijo.
-Te extrañé mucho.
-Yo también te extrañé.
-Pero el destino nos volvió a reunir.
-No fue el destino, vos sabías que yo iba a estar acá.
-No, no lo sabía.
-No te creo…
-Que diantres, por supuesto que lo sabía… Pero hablas demasiado.
Volvió a besarme. Volver a estar en sus brazos era lo único que quería y lo único que me importaba, si iba a morir en esa empresa, morir a su lado no me parecía tan terrible, de hecho, quizás en cierto aspecto era deseable.

Sousuke se despertó, pero lo que jamás imaginó era que Shirahime iba a estar sobre él, el rostro desencajado, el cabello negro rozando sus hombros y murmurando “Setsuna, Eru…”
-¿Shirahime-sama?- fue lo que atinó a decir, pero ella seguía pronunciando esos nombres que él no conocía. Poco a poco se levantó y ella quedó acurrucada en un rincón, el suelo debajo de ella comenzó a congelarse. Sousuke la cubrió con el futón y escuchó que lo llamaban del otro lado de la puerta. Era Taiga, que pidió hablar con ella. Él lo dejó entrar, después de todo, de todos ellos el Dragón era el único que la conocía.
-Tranquila, estarás bien…
-Taiga, Taiga ¿dónde está Eru?
-Esperándote en casa.
-Ah sí, quiero ir con Eru.
-No puedes ahora, tienes que dedicarte a tu misión.
-Pero ese muchacho es muy tonto…
-Él te va a hacer bien.
-Quiero estar con Eru.
Ella comenzó a dormirse y Taiga le dijo a Sousuke.
-Disculpe déjela dormir.
Sousuke se sirvió una taza de té y entró a la habitación, se sentó junto a la puerta dispuesto a custodiarla, no iba a dejarla en un momento como ese.
-Buen día- le respondió tan fríamente como siempre.
-Buen día ¿quieres una taza de té?

Moto Iashirou se reunió con Nobunaga. Le preguntó cómo estaba la situación, él le dijo que iban a pactar con el Tigre del Sur para desbaratar la “Alianza de los Tres”, eso había dicho el emperador. Por lo que le había dicho su capitán iban a reclutar gente de Cheng para nuestro ejército. Todo era cada vez más complicado y rebuscado, pero no había otra opción. Había una idea más que se había estado gestando en los pensamientos del Unicornio, podrían utilizar señuelos del emperador, así con algunos soldados disfrazados como él sería más difícil que supieran cual era el verdadero. Y esa misión solo podía cumplirla una persona. Fue a hablar con los escorpiones de su ala, y Yukimura fue el elegido. A Utaku Tachibana, no pareció gustarle la idea cuando la propusieron, o eso me pareció. No sabía aún a cuál de los escorpiones estaba mirando y esa duda estaba carcomiendo mi poca paciencia.
Cuando la última reunión finalizó decidí seguirla y fue una decisión muy estúpida, ella se dio cuenta al instante y se paró frente a mí. Le dije si podíamos compartir una charla juntas, pero fui tan burda que si ella sospechaba del asunto con esa invitación lo confirmó.
No sé qué me estaba pasando, pero le hablé con total sinceridad. Creo que necesitaba contarle a alguien lo que me estaba pasando. Le dije que la había visto mirar a los dos escorpiones y que creía entender lo que estaba sintiendo… pero ella pareció ofenderse con mi manera de hablar, y no la culpé. Le hice una reverencia y salí del lugar, ya no había nada más que hablar, ella lo dejó más que claro.
Decidí ir a descansar al día siguiente partiríamos y ya habíamos recibido las últimas órdenes.

Sousuke supo que ese era el momento para ir a hablar con Taiga. Ambos fueron a un bar a tomar sake. Taiga le dijo que Shirahime era una mujer muy buena, pero que había que darle tiempo.
-¿Hay algo más que deba saber?- preguntó Sousuke.
-Si te la han asignado o eligió estar contigo, es porque ella misma lo ha decidido.

Cuando salimos la gente despidió a su emperador arrojándole pétalos de Sakura, él miraba a todos como si se dirigiría a un paseo, parecía feliz de dirigirse hacia la guerra… o hacia la muerte.

La seda que teje destinos...

Mirumoto Taiga



¿Bayushi Shun?
El nombre recordó a Sora miriadas de momentos extraordinarios, tiernos besos y caricias tras el estanque y el fuego del acero sacudiendo los cimientos de su miserable vida. ¿Qué hace él acá? ¿Porqué en todos los lugares del Imperio Esmeralda él tenía que estar acá, y justo con nosotros? Un atisbo de duda surgió en su mente. Los buenos recuerdos se mezclaban con algún temor, pero hace años que había organizado el discurso. ¿Porqué pensaba en la situación y no en la felicidad del hombre amado aquí presente? Sora no contemplaba la ida a Cheng como algo negativo, al contrario, era la oportunidad que necesitaba para reencausar su vida. Su padre no había podido casarla y en el clan flotaba la sensación de que la joven estaba desperdiciando su talento. Y lo de buscar esposo. Había sido burdo, pero tenían razón. Ningún samurai en edad casadera hubiera optado por una viuda cuyo marido murió en tan trágicas condiciones. El relevamiento de futuras parejas lo tendría que hacer ella.
Sora se acomodó el pelo y siguió escuchando al Shireikan (el comandante). Pero su mente no estaba en el diálogo. Estaba tras la máscara del escorpión.

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Makasuki escuchó cada uno de los planteos que se realizaron en esa reunión militar con esmero. Su mente funcional ordenaba las situaciones con ahínco y cuidado, de forma clara, como el arte que el ejercía. La clave era ser efectivo, en el arte y en la espada: golpea rápido, golpea cuidadosamente, vence. No había misterios. Toda la situación se le hacía extremadamente complicada: había peligros por doquier, potenciales aliados podrían ser despiadados enemigos, y tristemente notaba que salvo el arrogante emperador, hasta el mismo shogún estaba lleno de dudas. La empresa era extraordinaria, pero no imposible. Y él habría de ir hasta el fondo de la cuestión; después de todo, era la oportunidad perfecta que necesitaba para poder encarar una renovación de su imagen necesaria, después de todo, su familia le había cerrado las puertas. Era una situación extraña la suya: vivía en un clan de artistas pero en su familia lo habían visto como un paria por ello. Decían que debía dedicarse al arte de la espada y así lo hizo. Y pese a todo, si bien no lo habían expulsado, tampoco lo aceptaban abiertamente. Sí, decididamente esta oportunidad era la prueba que necesitaba para probar su valía. Se acomodó en su lugar y continuo escuchando la llamada de la guerra, que al fin y al cabo, era una oportunidad.

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El viaje de Sousuke a la capital imperial estuvo plagado de situaciones incómodas. La mujer era decididamente rara, no dormía sino que meditaba, siempre respondía con tonos soberbios y en general sus respuestas eran secas y cortantes. Esos días de viaje le permitieron centrarse en sus estudios, pero cada vez que se quería concentrar, era la mirada desaprobadora de la Dama Blanca o bien los gruñidos de ese lobo mastodonte lo que lo distraían. ¿Qué demonios había con esa condenada mujer? No hablaba, no socializaba, nada.
Luego, en la reunión, más no podría haberlo embarrado. No lo dejo hablar, lo hizo quedar como un burdo asistente. El joven shugenja entendía las jerarquías, pero qué suerte nefasta se le había pegado. No importaba. Cheng ocultaba cosas que podrían servir de aprendizaje, y como buen Isawa, el conocimiento siempre tentaba. ¿Qué clase de hechicería usarían? ¿Sería maho? ¿Sería lo que los gaijin llaman "arcana"? No habría Dama Blanca en su búsqueda del conocimiento. Quizás debería hablar un poco más con ella para ver de convencerla y que ella le desate el nudo del cuello.

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Iashiro estaba intranquilo. La situación era sumamente desfavorable, y la mirada silenciosa de su esposa en torno a su estado mayor era el presagio de que le habían asignado lo peor. Le daba esperanzas ver a su viejo amigo León entre todos esos adolescentes, pero parecían más un rejunte de locos que una verdadera organización militar. Una mujer extraña que no portaba estándarte de su clan, un monje, un viejo dragón, un escorpión sin sentido de la disciplina, otro mostrando el rostro, una Utaku fuera de una escuadra unicornio (algo muy llamativo), dos shugenjas adolescentes, salvo por algunas excepciones, tenía motivos de sobra para dudar de todos. Y lo que era peor, la desconfianza de su daimyo a toda la misión lo alteraba más. Claramente tenían todas las de perder. La situación era delicada, se sabía, pero el conocía las razones que habían llevado a esto: Sabía que Nobunaga no iba a perder sus negocios por una revuelta civil, en todo caso protegería las líneas de provisiones y se aliaría al bando ganador. Eran las reglas del juego. Después de todo, no era su tierra. Pero ese niño, el emperador era realmente EL problema, podía alegar honor y otras cuestiones para defender un bando sin salvación, o generar conflicto con otro por gloria. Ni hablar si se le ocurría querer anexar Cheng a Rokugan.
Era el precio del deber: los cinco años de verano habían terminado.

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La sonrisa volvió al rostro de Hinokagizume. Contemplaba al táctico a su lado como un buen pichón, en algún momento podría volar alto. Pero lo principal es que él estaba feliz. No por ir a una guerra, eso solo alegraba a los locos. Sino por volver al ruedo. La corte lo desgastaba. Si bien podía navegar entre grullas, escorpiones y distintas criaturas, era cansador. Le gustaba más el olor del pasto en la mañana a la hora de partir. El ruido de la forja al preparar las armaduras. Su mundo era una gran batalla, su mente una partida de ajedrez constante. Aparte, por una vez, la responsabilidad siempre aplastante no sería de él.
Y lo haría por lealtad. Su lealtad incuestionable hacia el Imperio Esmeralda. Por el sentimiento de amistad correspondida que se profesaba con el antiguo emperador. Por el renombre de su abuelo, legendario trueno león. Por el orgullo de su familia. Los Akodo siempre habían llevado toda batalla, y él estaría ahí ayudando a su viejo compañero en esta gesta.

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Ryuichi se sentía un poco desilusionado pero con mucha confianza. Claramente la situación era de lo peor: habría gran cantidad de muertos, dolor y sufrimiento. Estas guerras nunca conducían a nada, pero sabía que su palabra, algunas frases de Shinsei podrían ser el alivio de cientos de soldados en los peores momentos. Pero también sabía que la situación le permitiría unirse a grupos de exploradores, patrullaje y el fragor de los movimientos le darían el tiempo necesario para buscar a Mugen. La presencia de Taiga y de su extraña amiga le inspiraban confianza, después de todo, no estaría solo. Su hijo había partido a Cheng, pero era poca la información que él tenía de Mugen. La ciudad imperial era enorme, así que tendría varios días para reunir averiguaciones. Era el objetivo dominante de su vida. Era su pecado y como tal, debía dar cuenta de ello. Pero le daban escozor los jovenes que había visto en la reunión; muchos de ellos no tendrían ni veinte años, eran polluelos que iban a morir a un lugar que ni siquiera conocían. Por ellos también pelearía, era su deber. Porque si debía sesgar una vida de la que era culpable, debía evitar que el destino se lleve otras que él podría proteger. Quizás estaba un poco viejo y suave, pero esos rostros le recordaban tanto a su joven hijo y su ambición...

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Taiga miró a Yuki y le extendió una sonrisa. La esposa de su viejo amigo Kitsuki Eru. Una mujer refinada, algo seca pero en extremo dulce... cuando la conocían. Sino, sabía del carácter antisocial que ella sostenía. Eru siempre decía que ella era como una golosina. Quizás por fuera era dura, pero el relleno siempre lo valía; quizás Eru decía eso porque era él mismo un amante de las golosinas. Taiga recordaba a la Dama Blanca, Yuki, de sus primeros tiempos en el Dragón. Recordaba que ella y Eru lo habían ayudado muchas veces con algunas misiones diplomáticas que él había realizado. Y que incluso ella estuvo el día que decidió dejar descansar su daisho para adquirir el camino monástico. El objetivo de este viaje, este camino sin retorno que había tomado Ryuichi y que iba a concluir con su muerte, al menos no sería un trago tan amargo de digerir. Ojala pudieran volver todos a esas montañas hermosas, llenas de vida, y continuar con esa vida sencilla, inalterable con el paso de los años.

(escribió Draften)

Fecha 1: 05/04/2009

Moto Nobunaga

Me desperté temprano ese día. Como siempre una de mis asistentes me preguntó si iba a tomar un baño o iba a desayunar primero. Le dije que prefería el baño y que desayunaría después. Me dijo que enseguida prepararía el baño.
El agua cálida gracias a las piedras calientes enseguida hizo su trabajo, me relajé y me preparé para empezar un nuevo día. Mi padre no estaba en casa, había salido de caza con mis hermanos, y mi madre estaba en la ciudad, había ido allí a una muestra de arte.
Cuando aún estaba en el baño mi asistente me dijo que había una persona esperándome, le dije que por favor la atendiera en la sala de reuniones, que iría enseguida. No sabía quién podría ser, pero al no estar mis padres iba a tener que hacerme cargo. No me apresuré con el baño, pero tampoco me demoré como me gustaba hacerlo.
Una lanza descansaba en la puerta de la sala junto a un daisho, entré por un costado y me dispuse a ver a mi invitado, en realidad era una invitada.
-Mi nombre es Daidoshi Akemi- se presentó.
-Asahina Sora- le respondí- ¿a qué se debe su visita?
Sabía por el kimono que llevaba que pertenecía a nuestro mismo clan, no tuvo que decirlo. Me habló sobre una guerra en el Norte, a la que su marido y ella iban a asistir. Me dijo que era una guerra en el territorio de Cheng, no tenía ni la más remota idea de dónde quedaba eso. La miré como preguntándole qué tenía que ver yo en todo eso, o qué tenía que ver mi familia.
-El Daimyo ha mandado a llamar a algunos miembros de nuestro clan para que vayan a combatir a tierras extranjeras. Ha vislumbrado en esta misión una oportunidad para ti. Así que me ha enviado a buscarte. Además…- vi que lo que estaba por decir le daba mucha vergüenza, supuse que tenía que ver con mi estado de viudez- Además el Daimyo cree que podrías utilizar esta misión para buscar un nuevo esposo.
Como vi que no se levantaba del suelo le dije:
-Está bien, no te preocupes. Iré. Solo tengo que hablar con mi padre para comunicárselo.
Ella me agradeció con toda sinceridad. Me dijo el lugar del encuentro y me informó que alguien más a parte de mí iría en nombre de nuestro clan. No lo conocía, su nombre era Makasuki.
Yo no tenía nada que perder, por eso acepté la misión, era mucho mejor que me enviaran a la muerte a mí y no a mi padre. Además quizás ellos tenían razón, debía casarme nuevamente pero ¿quién querría desposar a una viuda? Mi padre había intentado todo para ayudarme, pero no conseguía ningún candidato ¿Debía ser yo la que lo hiciera? La verdad era que no deseaba volver a casarme.
Cuando mi padre regresó con mis hermanos fui a recibirlo a la caballeriza.
-Padre, tengo que hablar contigo, a solas por favor.
-Niños, vayan a la casa.
Mi padre y yo nos reunimos en la sala donde poco tiempo antes había estado con Daidoshi Akemi.
-Papá, hoy nos visitó una mujer, su nombre es Daidoshi Akemi. Vino a buscarme para que vaya hacia el Norte, necesitan a gente de nuestro clan para unirse al emperador.
Mi padre se tomó la frente con la mano, supe que sabía de lo que le estaba hablando.
-¡No! ¡No pueden hacer eso!
-Papá, por favor. El Daimyo cree que será lo mejor para mí. Tengo que ir.
Lo vi tan mal que lo abracé y le dije:
-No te preocupes por mí, regresaré.
Pero estaba visiblemente preocupado. Me dio mucha ternura verlo así, pero supe que si él había reaccionado de esa forma era porque este asunto era mucho más peligroso de lo que yo imaginaba. Estuve con mis hermanos toda la tarde. Ya había preparado mis cosas antes de que ellos regresaran. Me despedí de ellos y de papá. Le pedí que le diera mis saludos a mi madre, y él me dijo que ella estaría muy preocupada. Pero también debería aceptar mi decisión, y la decisión de nuestro Daimyo. Yo iba a ir a esa guerra en nombre de mi familia, y en nombre de mi clan, aunque creyera que detrás de todo eso había algo más.
Cuando llegué a la ciudad había lista para mí una habitación. Al día siguiente partiríamos, Akemi, Makasuki y yo. Íbamos a ver a nuestro nuevo comandante, y además nos recibiría el mismo emperador.
El viaje no fue muy largo y llegamos a la ciudad. Tres murallas la rodeaban, y estaba sumamente fortificada. En uno de los barrios se estaban comenzando a observar construcciones extranjeras. Esto no era extraño ahora que la apertura comercial de Rokugan permitía el intercambio casi sin restricción. Los debates se sucedían uno tras otro, muchos creían que era una debilidad, otros que era una estupidez, otros simplemente se beneficiaban con ella, ya fuera por dinero o por arte. Lo cierto es que a mí poco me importaba que tanta apertura comercial tuviera Rokugan, si el emperador así lo decidía yo no era quién para cuestionarlo.
Nos llevaron a una sala donde había una mesa bastante larga. A su alrededor se situaban curiosos personajes que pasaré a describir. A mi lado se sentó Makasuki, creo que estaba esperando que por una vez alguien le dijera qué era lo que tenían pensado hacer en Cheng, o cual era la situación. Frente a mí se acomodó un muchacho de pelo largo blanco cuyo kimono denotaba claramente que pertenecía al clan del fénix. A su lado una hermosa mujer de pelo negro y piel muy pálida, casi sobrenatural, nos miraba como si nada de todo eso le importara. A mi izquierda se sentaba un hombre calvo, con barba blanca, mucho mayor que todos los demás que allí esperábamos, creo que su cara lo decía todo, éramos niños para él. A su lado un hombre de cabello blanco, también mayor que parecía conocerlo. Ambos parecían superar los cuarenta años de edad y eran los mayores del extraño grupo. Akemi tenía puesto un hermoso kimono con los colores de nuestro clan y que fácilmente podía costar unos 250 kokus, yo había tenido vestidos como ese en la época en que había estado casada… Una jovencita de cabello corto y kimono de color violeta se sentaba al lado de un muchacho que claramente era un escorpión pero no llevaba máscara en su rostro. Completaban el cuadro, un León de cabello rubio, y un escorpión más que sí llevaba una máscara de oni. En la punta de la mesa se sentaba un hombre rubio, de cabello largo, vestido de color marrón y que por lo que me pareció era el que ostentaba el mayor rango hasta el momento. De una puerta lateral apareció un hombre vestido con ropas del color del clan unicornio, con paso forzado y modales algo toscos. Lo primero que dijo fue:
-Soy Moto Iashiro, y seré el comandante de su ala, preséntense.
No parecía cómodo en esa reunión, se comportaba como si se estuviera ateniendo al protocolo solo porque no le quedaba otra opción. Sabía que era el esposo de Akemi porque ella lo había saludado al entrar. Uno a uno todos se fueron presentando. La Dama vestida de blanco que venía con el muchacho fénix se presentó como “Shirahime” y lo presentó a su compañero como Isawa Sousuke. Él también era un shugenja como yo, y ella supuse que también aunque sus poderes seguramente estaban fuera de nuestra escala. El León se presentó como Akodo Azai, y el Escorpión que no utilizaba máscara como Shosuro Yukimura. La mujer que estaba a su lado se presentó como Utaku Tachibana. Los dos hombres mayores que presumí eran del clan del Dragón se presentaron como Kojima Ryuichi y Mirumoto Taiga. El escorpión con la máscara fue el siguiente:
-Bayushi Shun- dijo haciendo un gesto con la mano como si todo eso no le importara en lo más mínimo.
Tuve que usar toda mi fuerza de voluntad para que mi rostro no traicionara las emociones que estaba sintiendo interiormente ¿Qué hacía él aquí? ¿Por qué estaba en el mismo lugar que yo dos años después de aquel día? ¿Era eso simple coincidencia o un movimiento premeditado? Mis pensamientos se alejaron por completo de lo que estaba diciendo mi futuro comandante y me sentí culpable, traté de que mis pensamientos volvieran al cause normal y escucharan lo que él tenía que decir.
El último en presentarse fue Akodo Hinokagizume, el nieto del famoso trueno León. Creo que era el único de todos nosotros que no debía ser incluido en ese grupo. No era un paria, un deshonrado o un futuro ronin como todos los demás parecían (excluyendo obviamente a nuestro comandante y a su esposa). Ahora que sabía quien era ese escorpión, no podía ser casualidad, estaban enviando a Cheng a toda la escoria de Rokugan.
Cheng estaba en guerra. Había cinco facciones. Tres de las mismas se habían aliado en contra de las otras dos, cada una liderada por los hijos del anterior emperador, ambos queriendo quedarse con el trono. Moto Iashiro Nos pidió nuestra colaboración para llevar a cabo una empresa en una tierra desconocida en la cual muy probablemente no regresaríamos con vida, aunque él parecía convencido de que podíamos vencer. Vi que todos parecíamos tener las mismas preguntas, pero Makasuki él logró formularlas con palabras.
-¿Y con cuáles de estas facciones deberemos enfrentarnos? ¿Qué es lo que sabemos?- preguntó cuando nuestro comandante finalizó de hablarnos.
-Eso lo hablaremos en un momento.
Un magistrado vino a solicitar nuestra presencia. El comandante y su estado mayor debían comparecer ante el emperador. Jamás había estado frente al emperador y me postré ante él como todos los demás.
Él nos volvió a hablar de la misión que teníamos que cumplir, así como ya nos había hablado Moto Iashiro.
-Sé que es difícil lo que les pido, pero he de confiar la gloria de nuestro imperio en sus manos. Quiero que cuando marchemos me vean no como el emperador sino como un compañero en el campo de batalla y que puedan contar conmigo para lo que necesiten. El shogun les explicará todo lo necesario.
Moto Nobunaga saludó tanto a Iashiro como a Hinokagisume y nos condujo hacia una sala. Me sorprendió que se dirigiera hacia nosotros francamente. Noté como el fénix parecía un poco extrañado de su forma de comportarse.
-Voy a hablar sin rodeos- dijo- La situación es una mierda, no sabemos todavía cual es el enemigo. Sabemos que existe “La alianza de los tres” y que los otros dos clanes están enemistados entre sí, pero no sabemos cuál será nuestro oponente en batalla. Por ahora hemos llegado a un acuerdo con los dos hijos del antiguo emperador, vamos a hacernos cargo primero de la alianza de los tres.
Literalmente la situación era una mierda, no culpé a Moto Nobunaga de calificarla de esa forma. El emperador quería gloria, y la iría a buscar a Cheng, sino era que quería algo más que eso, como anexar a Cheng a Rokugan. No teníamos cartografía del lugar, y además sabíamos que esas tierras se habían aliado al Señor Oscuro en el pasado, para completar ese cuadro de incertidumbre, podía ser que hubiera manchas de las tierras sombrías.
El emperador no tenía herederos y todos sabíamos que si algo le llegaba a pasar la dinastía Hantei se rompería. Y habría un suicidio en masa de todos los responsables de su muerte.
-¿Se puede saber de quién fue la decisión de que el emperador venga con nosotros?- preguntó Taiga.
-Del emperador mismo- le contestó el shogun.
-Que sea la voluntad del emperador.
Nuestro comandante nos preguntó a cada uno que era lo que sabíamos hacer, a su orden Shun dijo:
-Infiltración. Y será mejor que empiece a hacer mi trabajo- dijo y partió. La información era escasa y yo sabía que él podía hacer que dejara de serlo. Nos dividieron según qué podía hacer cada uno, supe que Akemi iba a protegernos a Makasuki y a mí y que iríamos también con la Dama Blanca y Sousuke. Además él y yo podíamos utilizar nuestro poder en caso de ser necesario combatir la mancha. No sabía si iban a asignarme tareas de curación o de ataque, lo cierto era que yo podía desempeñarme bien en ambas.
La reunión seguía y seguía y yo quería irme de allí, ya no había más en lo que pudiera ayudar por el momento, yo no sabía de estrategia militar. Además mis pensamientos ahora se centraban en una sola cosa, tenía que encontrarlo, pero también sabía que solo iba a poder hacerlo si él decidía encontrarme a mí primero.